viernes, 15 de abril de 2011

Thibaut y Savigny: La polémica de la codificación en Alemania y los cuentos de los hermanos Grimm




Los hermanos Grimm, Jacob Grimm (1785-1863) y Wilhelm Grimm (1786-1859) de Hanau, Hesse (Alemania) fueron famosos por su recopilación de cuentos populares (mal llamados infantiles) pero además fueron profesores universitarios y juristas.

Los hermanos nacieron en la localidad de Hanau, estado de Hesse-Kassel, actual Alemania, aunque vivieron casi toda su infancia en la cercana Steinau an der Strasse. La muerte de su padre en 1796 empobreció a la familia y afectó a los hermanos durante años. Estudiaron en la Universidad de Marburgo, donde comenzaron su tarea vital de investigar la historia antigua de la literatura y el idioma alemán, incluidos los cuentos populares. El auge del Romanticismo durante el siglo XVIII había revivido el interés por la tradición de los cuentos orales, que en opinión de los Grimm y sus colegas representaban una forma pura de la cultura y la literatura nacionales. Los hermanos establecieron una metodología para coleccionar y registrar por escrito historias populares que se convirtió en la base de los estudios del folclore. Entre la primera edición de 1812-1815 y la séptima y última de 1857, los Grimm revisaron su colección numerosas veces y la aumentaron de 157 a más de 200 cuentos. Además de recopilar y publicar estos cuentos, los hermanos reunieron leyendas alemanas. Individualmente, publicaron una gran cantidad de estudios lingüísticos y literarios, mientras que en colaboración comenzaron a trabajar en un ambicioso diccionario histórico alemán, el Deutsches Wörterbuch, que dejaron incompleto a su muerte. Por ello, están considerados entre los fundadores de la filología alemana.​ La ley de Grimm (1822), sobre un fenómeno de la evolución de las lenguas germánicas, recibe su nombre de Jacob Grimm.



Entre otros lugares, en el libro de Claudio Magris (Trieste, 1939) Literatura y Derecho ante la Ley, Sexto Piso, Madrid, 2008, se recoge la forma en que el trasfondo de la polémica entre Thibaut y Savigny atraviesa la obra de los Grimm y su obsesión normativa. Magris recurre a Antígona para hacer un recorrido histórico-filosófico del iusnaturalismo, corriente de pensamiento jurídico que ha cautivado más a la literatura que cualquier otra aunque tampoco han estado ausentes: por ejemplo el formalismo jurídico en los argumentos de Porcia al interpretar a la letra de la ley el contrato entre Antonio y Shylock en El Mercader de Venecia de Shakespeare; o los cuentos de los hermanos Grimm, juristas de formación, que buscaban por medio de sus fábulas salvar el gran patrimonio del “buen y antiguo derecho”, el de las costumbres, el de las tradiciones y usos locales que defendía la Escuela Histórica del Derecho fundada Karl von Savigny, de quien los Grimm fueron alumnos. 




A propósito del libro de Magris (un regalo del profesor Germán Orón): señala el autor cómo las ideas jurídicas más generales tienden a disolverse en un laberinto de formalismos crípticos y normas específicas fugaces pero también hay, al decir de Magris, una "eclosión" jurídica, la cual  crea nuevas materias y estructuras para la literatura. En todo caso, en lo que más nos interesa aquí, en esa suerte de catálogo popular de la futura Alemania, hay tantas brujas y hechizos como normas (hay, por cierto, mucha violencia, mucha brutalidad en esos cuentos). 

Jacob Grimm, con una posición sobre el derecho afín a la teoría de Savigny, hubo de defender que la lengua emana del “espíritu popular” (Volksgeist) y por tanto el derecho (las normas jurídicas) también debía hacerlo. Para Jacob era necesario distinguir entre "ciencias exactas", y "ciencias inexactas y definir estas últimas como las ciencias "de lo humano en el idioma, la literatura, el derecho y la historia" (un antecedente de las "ciencias del hombre y de la sociedad" de Dilthey). Los Grimm eran contrarios, pues a la codificación del tipo napoleónico propugnado por Thibaut. 


Contrario a un código civil unitario y generalizador que observara a todos los ciudadanos iguales ante la ley y barriera de un plumazo (de un acto del legislador) los privilegios feudales, Jacob Grimm escribe “Las antigüedades jurídicas alemanas”, recogiendo del folklore popular y de la literatura local innumerables aspectos y tradiciones jurídicas.

Se trata, pues de una romántica alianza entre poesía y derecho (consuetudinario y no codificado).

Con su cuentos y fábulas (llenas, pues, de normatividad) pretendían los Grimm salvar el «buen y viejo derecho», es decir, las costumbres, tradiciones y usos del pueblo en su coralidad; patrimonio que, a través de los siglos, había sido conservado, asimismo, por la literatura popular con todo su imaginario colectivo (y por tanto, con un sin fin de imágenes), que es también parte de nuestro imaginario personal. 


Buenas razones, entonces, para recogerlo en este blog.