domingo, 26 de julio de 2020

La norma y la imagen. Europa: un grabado de William Blake

Europa sostenida por África y América




William Blake, grabado tomado de Narrative of a Five-Years’ Expedition, Against the Revolted Negroes of Surinam, from the Year 1772 to 1777, John Gabriel Stedman, Londres, John Hopkins University Press, 1796

sábado, 25 de julio de 2020

La norma y la imagen. La espalda de Gordon y «Ser libre, ser negro»: un extracto







Mathew B. Brady - National Portrait Gallery Smithsonian Institution, 1863


«Ha llegado últimamente a nosotros, de Baton Rouge, la fotografía de un antiguo esclavo, ahora, gracias al ejército de la Unión, un hombre libre. Se le representa en una posición de sentado, su cuerpo robusto desnudo hasta la cintura, como su cabeza y rostro inteligente de perfil, a su izquierda el brazo doblado, que descansa sobre su cadera, y su espalda desnuda expuesta a la vista. En su espalda que, horrible de contemplar! es un testimonio contra la esclavitud más elocuente que cualquier palabra. Cicatrices, excavadas, se unían en grandes cordilleras, anudadas, fruncidas, la pobre carne torturada demuestra una evidencia horrible de los latigazos recibidos. Han transcurrido meses desde que fue sometido al martirio, y las heridas han sanado, pero siempre permanecerán estas huellas terribles. Es un cuadro conmovedor, un recurso tan mudo y poderoso que ninguno sino aquel que la naturaleza ha endurecido puede mirarlo sin inmutarse. Por mucho que los hombres pueden representar imágenes falsas, el sol no miente. A partir de una evidencia como esta no se puede escapar, y ver es creer. Muchos, por lo tanto, desean una copia de la fotografía, y de la original numerosas copias se han sacado.
El cirujano del Primer regimiento de Luisiana, (de color) escribía a su hermano en la ciudad, incluyendo esta fotografía, con estas palabras: -

"Te envío la imagen de un esclavo como aparece después de los latigazos. Durante el período que he estado inspeccionando mis hombres y de otros regimientos, cientos de estas imágenes he visto, por lo que no es nueva para mí;. Pero puede ser nuevo para ti. Si conoces a alguien que habla de la forma humana en la que se tratan a los esclavos, por favor, muéstrale esta imagen. Es una lección en sí misma".

—«Picture of a Slave». The Liberator (Boston, Massachusetts). 12 de junio de 1863. p. 2.

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Gordon escapó en marzo de 1863 de la plantación de 3.000 acres (12 km2) de John y Bridget Lyons, a los que les pertenecía él y otros cuarenta esclavos en el momento del censo de 1860.6​7​ La plantación de los Lyon se encontraba en la orilla oeste del río Atchafalaya en St. Landry Parish, entre la actual Melville y Krotz Springs, Louisiana. Con el fin de enmascarar su olor de los sabuesos que lo perseguían, Gordon cogió cebollas de su plantación, que llevaba en los bolsillos. Después de cruzar cada arroyo o pantano, se frotaba el cuerpo con estas cebollas con el fin de disimular su olor a los perros. Huyó a más de 40 millas (64 km)9​ a lo largo de diez días antes de llegar al cuartel de los soldados del Cuerpo XIX de la Unión que estaban estacionados en Baton Rouge.

A su llegada al campo de la Unión, Gordon se sometió a un examen médico el 2 de abril de 1863, que reveló las graves cicatrices queloides de varias sesiones de latigazos. Los fotógrafos itinerantes William D. McPherson y su socio el Sr. Oliver, que estaban en el campamento en aquel tiempo, produjeron tarjetas de visita de Gordon mostrando su espalda.

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Los esclavos que compraban su propia libertad: La dureza de ser negro a mediados del siglo XIX en Cuba o en Estados del sur de EE UU presentaba matices debido a las diferentes tradiciones jurídicas y políticas

ALEJANDRO DE LA FUENTE y  ARIELA J. GROSS
El País, 25 de julilo de  2020 



Un mercado de esclavos en Alexandria (Virginia, EE UU), en una foto fechada aproximadamente en 1860.

A mediados del siglo XIX, Cuba, Virginia y Luisiana eran sociedades esclavistas maduras. En las tres, la esclavitud era parte de la vida, un elemento clave de sistemas de producción y organización social, instalados desde siglos atrás. La esclavización de los africanos y sus descendientes era lamentable para algunos y encomiable para otros, pero era algo aceptado por la mayoría de los blancos, fundamentado en la creencia, ampliamente compartida en todas las sociedades americanas, de que los negros eran irremediablemente inferiores en términos políticos, morales, intelectuales y de civilización. En las tres sociedades, el orden racial colocaba a los negros en el peldaño inferior de la sociedad. Sin embargo, hacia 1860, los órdenes raciales implantados en Cuba, Virginia y Luisiana diferían de manera importante entre sí. En muchas partes de Virginia y Luisiana, una persona esclava podía vivir toda su vida sin encontrar jamás a una persona libre de color. La negritud era sinónimo de esclavitud. Esto era casi imposible en Cuba, donde las personas de color libres representaban un porcentaje importante de la población total. En Virginia y Luisiana, cuando las personas de color desafiaban su esclavización o sus designaciones raciales en el ámbito judicial, las instituciones jurídicas asociaban sus reclamos de ciudadanía con la blanquitud. La asociación entre blanquitud y ciudadanía, tan importante en la ideología de la supremacía blanca y la democracia de los blancos en los Estados Unidos, no se plasmó de la misma manera en Cuba. Una persona de color libre en Cuba podía ser titular de derechos, participar en la vida pública y contraer un matrimonio interracial; en la antesala de la Guerra Civil, una persona de color en Virginia o Luisiana no podía hacer nada de esto. Las tradiciones jurídicas, las acciones de los esclavizados, las instituciones imperiales, la política y los vaivenes de la historia configuraron trayectorias muy divergentes.

Irónicamente, el fuerte legado jurídico ibérico en materia de esclavitud tuvo efectos contradictorios e inesperados en el Nuevo Mundo. Los colonizadores llegaron a Cuba con un corpus de precedentes jurídicos e institucionales que ya constituía a los negros como sujetos socialmente abyectos. Al mismo tiempo, la manumisión [dar libertad a un esclavo] era una práctica bien establecida en la España mediterránea, que se aplicaba a individuos de distintas religiones y antecedentes étnicos. Las tradiciones jurídicas de la península ibérica contribuyeron a que las diferencias raciales se introdujeran en las leyes de manera más rápida en Cuba que en las otras jurisdicciones, pero también ayudaron a instalar la práctica de la manumisión y la autocompra de la libertad, instituciones que funcionaban con independencia de la raza (...)

Las élites esclavistas nunca lograron crear el mundo perfectamente dicotómico que habían soñado. Las personas de color, libres y esclavas, subvirtieron ese orden racial aprovechando y a veces creando formas de escapar de la esclavitud, rechazando los aspectos negativos asociados con la negritud y manteniendo relaciones sexuales e incluso contrayendo matrimonio con personas de otras razas. En las tres jurisdicciones, estas estrategias dieron lugar a la creación de grupos intermedios que no encajaban en categorías diferenciadas de personas blancas y libres, por un lado, y personas de origen africano y esclavas, por el otro.

Los colonizadores llegaron a Cuba con un corpus jurídico que constituía a los negros como socialmente abyectos
(...) Las iniciativas de los propios esclavos demostraron ser igualmente importantes en el curso de la historia. En las tres jurisdicciones, los esclavizados hicieron uso de reformas jurídicas cuyo objetivo no era beneficiarlos, pero que les permitió abrirse espacios y ganar mayor libertad. Entablaron demandas para obtener su libertad usando leyes sancionadas con otras motivaciones; intercambiaron información con otras personas de color, separadas a veces por grandes distancias; trabajaron y juntaron bienes para comprar su libertad y la de otros; y demandaron derechos adicionales una vez pagado parte del precio de compra de su libertad. En Cuba, los esclavos, libres y coartados [aquellos que compraban su libertad] transformaron la práctica habitual de la coartación en un derecho que finalmente quedó consagrado en la legislación. Esfuerzos similares emprendidos por personas de color en Virginia y Luisiana no prosperaron de la misma manera.

En este proceso, el tamaño de la comunidad de personas libres de color parece haber sido clave. Muchos esclavos que compraron su propia libertad lo hicieron con el apoyo económico y el respaldo jurídico de parientes y vecinos negros libres. Cuanto más grande era la comunidad, mayores las posibilidades de alcanzar la libertad. Las comunidades residenciales de negros libres también eran refugios seguros para los esclavos fugitivos y espacios fundamentales para la difusión de importante información relativa a la libertad, desde el intercambio de los datos de abogados que podían ayudar en los juicios por la libertad a compartir noticias sobre las acciones de los abolicionistas (…)


La comunidad de personas libres de color de La Habana —y la de Nueva Orleans, que se expandió significativamente bajo el control español a partir de la década de 1760— debía su existencia a concepciones jurídicas y a usos y costumbres del ancien régime. Los esclavos que lograban comprar su libertad o, en casos más excepcionales, que obtenían la manumisión a través de otros mecanismos, se convertían en miembros de sociedades altamente estratificadas en las que los peldaños sociales se definían según diversos ejes asociados al linaje, los ingresos, la religión y la respetabilidad. La libertad de los negros no implicaba igualdad social, sino que se fundaba en principios jurídicos y religiosos tradicionales. En cambio, en Virginia, el aumento en las manumisiones y los juicios por la libertad fue una consecuencia inexorable de los conflictos militares, las tensiones y las expectativas asociadas con la Era de las Revoluciones. En ese estado, la expansión de la manumisión estuvo ligada a cuestiones de ciudadanía y de participación de los negros en el nuevo orden político, bajo condiciones de igualdad. Los negros libres y esclavos infundieron un sentido de urgencia a estas cuestiones, al hacer uso de cada intersticio legal para comprar y reclamar su libertad. Sus acciones produjeron resultados sumamente significativos: a principios del siglo XIX, el porcentaje de personas de color libres en el Estado había aumentado con creces.

Los ciudadanos blancos observaban estas tendencias con horror y solicitaron la prohibición de las manumisiones. Fue, literalmente, una petición reaccionaria: restaurar la ley colonial de la libertad. La ley de 1806 que exigía que los esclavos libertos abandonaran el Estado no logró cumplir con su cometido, pero fue el primer paso hacia un orden racial en el que los negros solo podían ser esclavos. Después de la Rebelión de Nat Turner, se afianzó aún más la voluntad política de los blancos de Virginia de excluir a los negros libres. Los Estados esclavistas del sur de los Estados Unidos respondieron a las amenazas de rebelión y a las demandas de emancipación inmediata de los abolicionistas del norte esgrimiendo una defensa de la esclavitud como un bien positivo: la esclavitud era la mejor condición posible para los “negros abyectos”. Para galvanizar el apoyo de los blancos no esclavistas, y para forjar la solidaridad racial entre los blancos, los Estados del sur definieron la ciudadanía y el derecho al voto en función de la raza. Así surge la paradoja de una democracia igualitaria que va de la mano de la expansión de prácticas e ideologías racistas.

Alejandro de la Fuente es director del Instituto de estudios afro-latinos de la Universidad de Harvard. Ariela J. Gross es codirectora del Centro de Derecho, Historia y Cultura de la Universidad de Carolina del Sur. Este texto es un adelanto de su libro Ser libre, ser negro, que la editorial Catarata publica el 26 de julio.