jueves, 1 de diciembre de 2016

So payasos: fragmento de El Hype




Sobre la brutal actualidad de la escalofriante integración del payaso de McDonald’s en la iconografía de la barbarie de los Chapman Brothers, me llamó la atención Maite Ibáñez.



Maite me recordó que expusieron hace unos años en el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga, que Jake Chapman (Cheltenham, 1966) y Dinos Chapman (Londres, 1962) forman parte del Young British Artists, movimiento estético promovido por el coleccionista y galerista de origen judío-iraquí Charles Saatchi.



Los Chapman intervinieron (rectificaron, a su decir) una edición de la obra de Goya Los desastres de la guerra, pintando narices de payaso a las mutiladas figuras del genio aragonés. El mal (y el mal absoluto: el nazismo, pero también la tortura), la crueldad, la estupidez y el dolor son temas recurrentes en los Chapman, como lo es la presencia de lo grotesco: en lo que nos interesa aquí, el inquietante estar-ahí, entre cuerpos mutilados, del icono de la carne McDonald’s, ese payaso.





Me he acordado de los Chapman y de los payasos asesinos estos días de Halloween, fiesta de estética melancólica con ecos de ET y de una impostura agradable que, en mi opinión, la hace más atractiva que las fiestas tradicionales ligadas a la incontestable verdad de las iglesias de España.

Fiesta alegre de monstruos (expresión perfecta de la individualidad), disfraces y miedos, calabazas huecas como cabezas descocadas y caramelos-sustos sin catarsis, y, sin embargo, durante las últimas semanas llegaron de EEUU noticias de que en víspera de Halloween había payasos que daban miedo de verdad.




Yo no sé exactamente qué diferencia hay entre el miedo de verdad y el miedo de mentira, pues mis sensaciones, incluso mis sentimientos, son siempre de verdad, al menos según creo.



Leí más tarde en La Vanguardia que últimamente se estaban dando “avistamientos de payasos”, y las múltiples interpretaciones a las que la interesante expresión se presta, me impidieron durante días pensar con claridad.



He esperado con decreciente interés el momento en que se admitiera por fin, que la tendencia, rápidamente extendida (la moda, dirían otros) a disfrazarse de clown y atemorizar de verdad era sólo eso, trending topic, epítome de la época que se aproxima (tiempo caliente-raro e idiocrático) y que no era inhabitual, sino todo lo contrario, que también hubiera asaltos y algún crimen de verdad cuando se producen situaciones así.




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