jueves, 8 de agosto de 2013

a propósito de phineas: el hombre que ya no era él


"Sí, no, nadie es uno mismo".
J. G. C. Ginebra, Hannah y sus hermanas (editoras), Godella, 2013.



"Uno de los casos neurológicos con mayor frecuencia citados para hablar de conducta y cerebro es el de Phineas Gage. En 1848, con 25 años de edad, Gage sufrió un accidente mientras trabajaba como capataz en la construcción del ferrocarril. Tras una explosión no controlada (por descuido) una barra de hierro, (¡del tamaño de una escoba!), le atravesó el rostro y la cabeza, entrando por la mejilla izquierda y saliendo al exterior a través del cráneo.


El lóbulo frontal fue completamente atravesado. La magnitud de la lesión, en términos de la zona lesionada, fue tal que el hecho de sobrevivir y estar de nuevo en pie y “curado” tras dos meses se consideró digno de estudio. No obstante, en poco tiempo Gage empezó a mostrar cambios en la personalidad tan notables que de él podía decirse con razón “ya no es él”, cayendo en desgracia entre sus conciudadanos.
Phineas P. Gage (1823 – 21 de mayo, 1861) obrero de ferrocarriles y atracción de feria. En el retrato lleva la barra de hierro que le hizo famoso.

La idea que nos interesa es cómo se explicaron los cambios de comportamiento a partir de la existencia de un traumatismo cerebral en una concreta zona. Existía una lesión localizada y quien la padecía consiguió, tras las curas, conducirse con “normalidad” en muchas cuestiones pero, desde luego, no en otras. Este hecho contribuyó a sedimentar la idea de correlación entre el funcionamiento del lóbulo frontal y la ética ya que el cambio consistió en pasar de ser, por lo visto, muy amable a un completo grosero maleducado."

Maribel Narváez Mora "El impacto de la neurociencia sobre el derecho: el caso de la responsabilidad subjetiva", Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 15, 2012, pp. 195-230.



Gage acabó en un circo, después de que le despidieran de su antiguo trabajo por no ser ya él, por haberse vuelto un tipo huraño y discutidor.

Aún es posible entresacar lo que ocurrió a partir del relato que el doctor Harlow preparó 20 años después de comprobar que la recuperación física de Gage fue completa.



En palabras del propio Harlow:

 "El equilibrio entre su facultad intelectual y sus propensiones animales se había destruido (...) Tras pasar la fase aguda, Gage se volvió irregular, irreverente, blasfemo e impaciente. A veces era obstinado cuando le llevaban la contraria, pero pese a que continuamente estaba pensando en planes futuros (...) los abandonaba mucho antes de prepararlos, y era muy bueno a la hora de encontrar siempre algo que no le convenía (...)".

Todo esto contrastaba por supuesto con el hecho de que previamente al accidente era un hombre dulce, controlado, un tipo majo, un ser agradable, lo que se dice bueno y responsable.