En Voyage à travers le cinéma français (engañosamente traducida como Las películas de mi vida), Bertrand Tavernier incluye junto a los clásicos franceses L, Atalante (Jean Vigo, 1934), Remous (Edmond T. Gréville, 1935) o La gran ilusión (Renoir, 1937) algunos títulos que ora definen con extrema precisión la anomia de los barrios periféricos como en Max y los chatarreros (Claude Sautet, 1971), ora otorgan una especial dignidad y nobleza a los protagonistas de las tragedias cotidianas como en París, bajos fondos (Casque d'or, 1952) el film de Jacques Becker, al que Tavernier definió como el cineasta de la decencia moral.