Vania en la calle 42 (Louis Malle, 1994) es una de las mejores «pequeñas películas» de la historia del cine. Fruto de la confluencia de una serie de felices coincidencias que van desde el encuentro de Louis Malle, al final de su vida, con los ensayos que el director teatral André Gregory hacía de un Tío Vania adaptado por David Mamet, en un pequeño teatro de Nueva York, al estado de gracia de actores como Wallace Shawn o Julianne Moore, el filme trasciende las posibilidades del teatro filmado para constituir una obra de arte originalísima llena de sugerencias para quienes les interese el estudio de las pasiones y los conflictos humanos.
Escribió el sociólogo T. H. Marshall, en sus célebres ensayos sobre la ciudadanía, que la desigualdad podría mantenerse siempre que no generara en aquellos que la padecían, la sensación de merecer una vida mejor. Pero, ése es, justamente, el conocido lamento de Voinitski.
La frustración, la sensación de vida malgastada, la crítica al mérito académico, fueron temas sobre los que Chéjov escribió y que el autor de Glengarry Glen Rose, David Mamet, supo sublimar con una serie de estilemas muy personales que evocan su propio universo temático: el revés del sueño americano, los desajustes profundos del modelo socio-económico del capitalismo, las promesas no cumplidas de la tierra de las oportunidades, la decepción sobre los nuevos valores morales que la modernidad debería haber traído consigo.
La extraordinaria intuición y sensibilidad humana del dramaturgo ruso todavía permite ilustrar cuestiones actuales como los efectos a pequeña escala de las grandes ideas sociales, jurídicas y políticas. Este libro aborda el filme de Malle a partir de las ideas de decepción y de mérito personal, sin olvidar otras cuestiones que interesan a los lectores de esta colección: la esperanza, el poder, la ecología o la solidaridad.
De la «Introducción», Jesús García Cívico, Vania en la calle 42: mérito y decepción, Valencia: Tirant lo Blanch, 2018.