Impelidos niños y mayores a la pubertad y a la adolescencia, la madurez ha devenido un tiempo efímero, una extrañeza. Y qué hermoso, hermoso, hermoso hubiera sido poder un día aspirar a alcanzar esa edad para comer tranquilos, pasear tomados del hombro y conversar a salvo del engrosamiento de la voz y de las modas.
Descartes at the window in a rainy day: “Empieza a llover o finge hacerlo”.
Cívico, J. G., Una casa holandesa: nanotextos, cybill shepherd & partners (eds.), Massarrojos, Massachusetts, 2013
Anoche me acordé -siempre que llueve me pongo a pensar en Londres- de la activista Baddy Dolly Jane, activista radical e incorruptible persona, concretamente estaba acordándome, bajo la bendita lluvia de septiembre, anoche, noche de agosto, del "arresto" que llevó a cabo la malvada Jane en la mismísima Tate Modern de Londres del crítico de arte, filósofo y profesor de la Staatliche Hochschule für Gestaltung, Boris Groys, al agudo, divertido, grito de "¡this man has stolen my time!", recordando la educada cara de Groys al ser "arrestado" por una chica de labios rojos y aspecto de haber escuchado a los Sex Pistols a muy tierna edad, pensé, al hilo de todo eso, en todos aquéllos, en todas aquéllas que habían también, de alguna forma, robado mi tiempo, pensaba en Londres y en volver un día a ellas como Baddy Dolly Jane, pistola de agua o de flores en la mano, a éste o a ése, a tal profesor de economía, regresar, pedir cuentas del tiempo robado por aquel señor que hablaba ex cátedra de su cátedra de derechos reales. pedir, no el dinero, -me cago en el dinero- sino el tiempo que me robaron aquellos politólogos especialistas en el compromiso de la UE con la primavera árabe y el Magreb, el tiempo que me robó un congreso sobre Derrida en Murcia, los programas de Punset, el un, dos, tres responda otra vez, el curso sobre la axiología de Hartman, el cantante de love of lesbian, detener, ahora que no llueve en Londres sino aquí, a la mitad del departamento de metafísica y al de Ética por entero, arrestar a un profesor de alemán jurídico con gafas, pedir que me devuelvan el tiempo que perdí como asesor del ministerio de ciencia y tecnología anunciando a pequeñas y medianas empresas el nuevo evangelio de la red y el comercio electrónico, arrestar el director de mi colegio de curas, detener al Tiempo por el tiempo que dediqué a intentar cambiar las cosas que en realidad no se pueden cambiar, detener, arrestar a una chica en particular (¡this girl has stolen my time!), a todos los tertulianos de todas las tertulias de todas las televisiones de todos los países de todos los planetas de todos los mundos, a Álex de la Iglesia, a Haruk Murakami por el peñazo de "El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas" 世界の終りとハードボイルド・ワンダーランド, a concretos, tiempecidas libros de Antonio Muñoz Molina.
Sin embargo, he acabado en el otro extremo de Londres, y curiosamente en alguien que no ha robado mi tiempo, sino que me ha ayudado a entenderlo un poco mejor. Sigo los rastros de carmín, vuelvo al estupendo libro de Marcus (esta es la entrega II).
"(...) Interpretado por una banda de rock´n´rol de cuatro componentes denominada Sex Pistols la canción destilaba, en una forma crudamente poética, una crítica a la sociedad moderna que ya habían emprendido anteriormente un pequeño grupo de intelectuales radicados en París. Organizado por primera vez en 1952 con el nombre de Internacional Letrista, y refundado con la denominación de Internacional Situacionista en un congreso de artistas europeos de vanguardia que tuvo lugar en 1957, el grupo obtuvo su mayor notoriedad durante la revuelta de mayo de 1968, cuando las premisas de su crítica fueron destiladas en forma de eslóganes poéticos y pintadas con spray en las paredes de París, después de lo cual la crítica cedió ante la historia y el grupo desapareció.
Malcom McLaren: empresario, esto es, artista visual |
El grupo volvía la mirada hacia los surrealistas de los años veinte, los dadaistas, quienes habían obtenido renombre durtante y poco después de la Priemera Guerra Mundial, el joven Karl Marx, Saint-Just, varios herejes medievales y los Caballeros de la Mesa Redonda.
Mi convicción es que tales circunstancias son, ante todo, extrañas. El que una crítica aforística y gnóstica concebida por un puñado de profetas de café de la Rive Gauche reaparezca un cuarto de siglo más tarde, trace unos derroteros luego vuelva a la vida como una nueva serie de exigencias de la cultura, resulta casi trascendentalmente extraño.
Las relaciones entre los Sex Pistols, el dadá y la rimbombantemente denominada Internacional Situacionista (IS) e incluso herejías olvidadas, no es algo que yo me invente (...) referencias a la supuesta relación de Malcom Mc Laren con la "IS" eran moneda corriente en la prensa pop británica pero eso no parecía llevar a ninguna parte.
Sin embargo, todo sonaba interesante (...) comencé a meter las narices por ahí (...) pronto mi intento de sacara alguna conclusión me llevó desde el fichero de la biblioteca de la Universidad de Berkeley hasta el lugar de Zurich donde tuvo lugar el inició del dadá.
Dos años quince mil quilómetros después tenía ante mí los primeros números de Potlach, una hoja informativa de la Internacional Letrista que se puso en circulación en París a mediados de los años cincuenta. En sus páginas mimeografiadas "la crítica de la arquitectura" se presentaba como la clave de la vida. Rebautizado como M. Sing-Sing, el gran arquitecto Le Corbusier era tachado de "constructor de suburbios". Su Ciudad Radiante era calificada de experimento autoritario de ingeniería social, un amontonamiento de "guetos verticales" y "morgues" en forma de bloques-torre; la verdadera función de las celebradas "máquinas para la vida" de Le Corbusier, leía uno en Potlatch, era producir máquinas para que la gente viviera en ellas.
"La decoración determina los gestos -decía la Internacional Letrista- construiremos casas apasionadas".
Grail Marcus, Rastros de carmín. Una historia secreta del siglo XX, trad. Damián Alau, Anagrama, Barcelona, 2011, págs. 27-29.
Mi convicción es que tales circunstancias son, ante todo, extrañas. El que una crítica aforística y gnóstica concebida por un puñado de profetas de café de la Rive Gauche reaparezca un cuarto de siglo más tarde, trace unos derroteros luego vuelva a la vida como una nueva serie de exigencias de la cultura, resulta casi trascendentalmente extraño.
situacionismo |
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Dos años quince mil quilómetros después tenía ante mí los primeros números de Potlach, una hoja informativa de la Internacional Letrista que se puso en circulación en París a mediados de los años cincuenta. En sus páginas mimeografiadas "la crítica de la arquitectura" se presentaba como la clave de la vida. Rebautizado como M. Sing-Sing, el gran arquitecto Le Corbusier era tachado de "constructor de suburbios". Su Ciudad Radiante era calificada de experimento autoritario de ingeniería social, un amontonamiento de "guetos verticales" y "morgues" en forma de bloques-torre; la verdadera función de las celebradas "máquinas para la vida" de Le Corbusier, leía uno en Potlatch, era producir máquinas para que la gente viviera en ellas.
"La decoración determina los gestos -decía la Internacional Letrista- construiremos casas apasionadas".
Grail Marcus, Rastros de carmín. Una historia secreta del siglo XX, trad. Damián Alau, Anagrama, Barcelona, 2011, págs. 27-29.