Hace unos días hice algunas fotos en el Guggenheim de Bilbao, concretamente en el interior de la obra (de la cueva) de Hirschhorn, no me costó nada entrar, andaba aún encogido (siempre ando un poco así) pero también sobrecogido por la experiencia de atravesar las fascinantes construcciones de Richard Serra en el piso de abajo, ya no quería ver nada más, aún así, subí y la guarida del pasado-futuro hombre cavernícola me hizo pasar un buen rato.
Thomas Hirschhorn emplea materiales humildes para crear esculturas y estructuras low-tech, que están permeadas de imágenes e información. La obra de Hirschhorn Hombre cavernícola (Cavemanman, 2002) es una instalación expansiva; consiste en una caverna realizada con cartón y cinta de embalar, llena de recovecos y cavidades. En el suelo se encuentran esparcidas latas de aluminio y rocas falsas. Hay carteles con imágenes de la cultura popular pegados por todas partes, en paredes y techo, y fotocopias de textos políticos y filosóficos diversos ocupan los corredores. Pintada repetidamente con aerosol, como si fuera un mantra, se encuentra la consigna “1 Man = 1 Man” (un hombre es igual a un hombre), una afirmación de equidad universal y un llamamiento para desarticular las jerarquías. Ese eslogan marca el tono de la comunidad utópica posapocalíptica que habita estas cavernas: figuras humanas y maniquíes envueltos en papel de aluminio están conectados entre sí mediante un sistema de cables de ese mismo material, que se prolongan también a libros sobre temas como la democracia, la igualdad y la comunidad, así como a explosivos de papel de aluminio; una combinación que sugiere el poder del pensamiento y la información.