La "Cartelera Turia" es posiblemente la publicación más recomendable de una tierra (la valenciana) que si por algo está justamente situada en el mapa, como desde hace algún tiempo gusta decir a sus dirigentes, es no tanto por la Fórmula 1 (menuda horterada) o por la visita de Benedicto XVI (menudo delirio), o por la legión de símbolos arquitéctonicos de nuestro peculiar sky line (mejor kitch line) como (lo creemos sinceramente) por un cierto desdén normativo por parte de la clase política en el poder y una cierta imagen de desidia y desafección política en sus ciudadanos.
También debería estar en el mapa (nuestra tierra) merecidamente, por el generalizado ninguneo de sus gentes más acomodadas (aquellas cuyo proyecto estético consiste, tanto en lo personal como en lo colectivo, en la imitación acrítica del estilo añejo del barrio madrileño de Salamanca) a toda manifestación artística o cultural que no provenga de artistas no consagrados (léase "no famosos"). Valencia es una ciudad cada vez más inasequible físicamente y casi estaríamos tentados a decir que no resulta muy agradable pasear por sus calles (el acceso a la cultura en forma de disfrute de la arquitectura, es en Valencia, privilegio de una docena de personas), mientras que resulta excesivamente asequible en términos de según que ofertas culturales. A este respecto, y en esa Cartelera Turia de la que, en general, lo recomendamos todo, recomendamos sobre todo la lúcida sección de Tonino (nos parece un tipo genial). Esta semana titulada "El tiempo es oro" (1).
Por esas, entre otras muchas razones, hemos incluido su web (la de "la Turia") como enlace en nuestro blog en una de las pestañas de la izquierda, bajo el rótulo "La norma y la imagen: Enlaces recomendados".
No obstante, la presencia de "la Turia" en la sección de este blog "La norma y la imagen", se debe hoy a la extensa crítica que hacen del film "Incendies" (Denis Villenueve, Cánada, 2010) y la forma (tan dura como magistral) en que al hilo de una tragedia (personal, familiar, individual ) esta producción canadiense coloca como telón de fondo la idea del horror descontextualizado, acaso el Líbano, y de la guerra, ese generoso compañero (ahí está siempre, para lo que quieras) de otra tragedia (aqui la nuestra, la humana, la colectiva) sobre la que nunca está de más reflexionar.
Lo dice mejor una de sus más recientes incorporaciones: Eva Peydró:
"La obra teatral de Wajdi Mouawad, inspirada libremente en la historia de la joven Suha Becharra, proporciona el argumento a Incendies, pero en la pantalla alcanza la categoría de lo perenne de la mano de Denis Villeneuve. Las historias de familia, los lazos inconfesos o ignorados y los avatares de la guerra son materia mítica que el director canadiense respeta al tratarla desde el profundo reconocimiento de su universalidad. La descontextualización de tramas, tiempos y lugares (aunque los detalles puedan evocar en el espectador Líbano y sus conflictos religiosos) son la baza principal para que el vuelo épico de Incendies deje allá abajo las guerras con nombre o los sorprendentes giros argumentales.
Los hijos de la protagonista del film, gemelos huérfanos, reciben como herencia un viaje al horror desde Canadá hasta la patria materna, donde les espera una sucesión de acontecimientos capaces de crear una intriga en toda regla, una siniestra ascensión hacia donde el terror no tiene límites. Allí aprenderán que las consecuencias de los crímenes son universales e intemporales, que su propia road movie es más bien un calvario, el precio doloroso del conocimiento. Los ecos de las tierras polvorientas resuenan a tragedia griega, a mitos, incluso a Shakespeare, beneficiándose con todo derecho del engrandecimiento de la generalización. Villeneuve se sirve de los recursos dramáticos con una estilización capaz de crear imágenes que se alojan en la retina durante mucho tiempo, como es la secuencia de obertura, ralentizada, pautada a los acordes de You and Whose Army? de Radiohead y será esa misma capacidad para sintetizar la que nos evita una pornografía de la violencia recurriendo a elegantes elipsis que no merman un ápice el espanto de la atrocidad, en una película en la que no sobra nada.
La asfixiante, y al mismo tiempo, seductora intriga consigue que, gracias a un ritmo que ayuda a procesar tanta emoción y odisea, el espectador se halle inmerso en una atmósfera que es la que distingue una tragedia griega de un culebrón venezolano: el enfrentamiento inevitable con la adversidad, la destrucción, la exigencia del sacrificio del héroe que solo cuenta con la fuerza de la virtud. La actriz belga Lubua Azabal, que hemos visto dirigida por Techiné (Lejos, 2001) o Ridley Scott (Red de mentiras, 2008) interpreta a Nawal Marwan (“la mujer que canta”), con una sobriedad y dignidad que provoca nuestra empatía y también el respeto hacia su personaje.
No es esta una película sobre secretos de familia ni guerras en el Próximo Oriente, es una historia de héroes de tragedia, que asumen la fatalidad y saben que no se cierra el círculo del horror sin abrir antes la puerta al perdón".
Eva Peydró
(1) La emocionante sección de Tonino se llama "Qué fetén" y nos referimos a la titulada "El tiempo es oro": Cartelera Turia Nº 2.461-1/7 abril de 1011, p. 13.
(2) La crítica de Peydró no está en el número de cartelera Turia que nos sirve de imagen a esta entrada, lo hemos cogido (la portada) porque nos gustan los hermanos Marx.
La crítica de Peydró (coincidimos casi siempre con ella. y además escribe muy bien) está en el número 2.459 18/24 de marzo de 2011 (por cierto, la portada estaba dedicada al cine de otro trasfondo de conflicto: 2ª Mostra de Cinema Palestí).