miércoles, 10 de julio de 2019

La identidad en la ciudad: Poe, Benjamin y la novela negra por Ricardo Piglia

«Si Hamlet es el lector en tensión con el escenario de la corte y las disputas políticas que suponen las relaciones familiares en el poder, Dupin es el que está, como lector, en tensión en el escenario de la ciudad, entendida como el espacio de la sociedad de masas.

"El conocimiento social originario de las historias de detectives", dice Walter Benjamin, "es la perdida de las huellas de cada uno en la multitud de la gran ciudad." En un sentido podríamos decir que la figura del detective nace como efecto de la tensión con la multitud y la ciudad.

Poe localiza el género en París -la capital del siglo XIX, como decía Benjamin- y, desde luego, la ciudad es el lugar donde la identidad se pierde. "Es dificil mantener el orden en una poblacion tan masiva donde por así decirlo cada uno es un completo desconocido para todos los demás", señala un un informe de la policía de París en 1840. Benjamin ubica el genero de la serie de procedimientos de identificación del individuo anónimo y la nueva cartografía de la ciudad. La numeración de las casas, la huellas dactilares, la identificación de las firmas, el desarollo de la fotografía, el retrato de los criminales, el archivo policial, el fichaje. Las historias policiales, concluye Benjamin, surgen en el momento en que se asegura esta conquista sobre lo incógnito del hombre.

En esos mismos años, hacia 1840, Foucault sitúa el comienzo de la sociedad de vigilancia. Y el detective funciona a su modo, imaginariamente, en la serie de los sistemas de vigilancia y de control. Es su réplica y su crítica.

En el espacio de la masas y de la multitud anónima es donde surge Dupin, el sujeto único, el individuo excepcional, el que sabe ver (lo que nadie ve). O, mejor, el que sabe leer lo que es necesario interpretar, el gran lector que descifra lo que no se puede controlar.

No hay más que ver el modo en el que Dupin niega todos los medios de control usados por el prefecto para registrar una casa y vigilar a un individuo en «La carta robada» (ese gran texto sobre la lectura): no son los medios mecanicos los que permiten controlar el delito, diría Poe, sino a la inteligéncia, la capacida de identificarse con la mente del criminal, las sofisticadas técnicas de interpretación de Dupin.

Dupin, el hombre aislado, va a toparse, a su manera, con los misterios de la ciudad, con los misterios de París, con el mundo amenazador de la masa. La multitud es la experiencia subjetiva de la sociedad de masas en las redes de la gran ciudad. 



Ricardo Piglia, El último lector, Barcelona, Anagrama, 2005,  pp.81-82.