«Ningún hombre es una isla, todo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte del continente. Si un terrón es arrastrado por el mar, Europa es menos, como si un promontorio fuera, como bien como si fuera una casa solariega de tu amigo o tuyo: la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy involucrado en la humanidad, y por lo tanto nunca envío a saber por quién doblan las campanas; doblan por ti». John Donne, Devociones en ocasiones emergentes, «Meditación XVII»