Hace unos días comenzamos, con mucha ilusión, una colaboración en la revista de ocio y cultura "El Hype" a través de entradas quincenales agrupadas bajo el rótulo de Hermosas y malditos.
La sección de fitzgeraldiano título divaga en general sobre música, cine, literatura, arte y filosofía y en particular, a menudo, sobre la recepción personal de algunos de los así llamados "productos culturales".
La sección tiene formato de blog, adapta el título de una novela de aquel escritor de la generación perdida y la primera entrada de ánimo cartográfico la hemos llamado precisamente así: "Al Este de Fitzgerald".
"Me ha parecido entender que hay ocasiones en que al patrón le disgusta el trabajador que canta. Y no precisamente porque trabaje mal o se distraiga".
"El alcohol (signo): modalidad proformal de la materia cósmica.
El alcohol (dictamen): regresión a lo amorfo, viaje extático. Tehôm. Caos acuático de lo amorfo".
"Entre cíclicas crisis religiosas, José María Blanco Crespo (Blanco White) denunció tanto el anquilosamiento clasicista de la poesía española como los tics más zafios de la Iglesia católica. En su mente el rencor por la muerte de sus hermanas consumidas en un lóbrego convento de clausura.
Un motivo válido para ambos arremetimientos."
GARCÍA CÍVICO, Jesús, Aforismos en Word, poemas con auto-reverse, Esperanza, Aguirre y la cólera de Dios, (eds.) , Tegucigalpa, 2014
Hoy he sentido pena por la muerte, este fin de semana, de Jaques Le Goff, el famoso historiador francés especializado en la Edad Media.
Lo leí, a Le Goff, sinestésicamente, con glotonería y fruición, esos años tan, tan, tan lejanos ya, cuando absurdo, verde, joven y vestido de militar garabateaba atrevido, luego torpemente, una excesiva tesis doctoral en la que el único recuerdo sereno que aún albergo lo compone la imagen difusa y ciertamente nostálgica de una vivaracha pila de libros que en un desorden personal, abandonaba luego y leía, leía luego y abandonaba casi clandestinamente entre los fardos de periódicos apilados, a la Hrabal, en el trastero de una fría iglesia de Zaragoza donde ayudaba con humildad y decreciente rencor a dos jóvenes malnutridos de un pueblecito de Soria obligados por imperativos de la bondad castrense a superar su analfabetismo, su sociabilidad isleña y, en su caso, su incómoda inimputabilidad.
Recuerdo de la lectura de Le Goff una actitud que me parecía tan inalcanzable como ejemplar: escoger un tiempo predilecto, leerlo en el marco más amplio que resulte posible abarcar con la inteligencia y luego arrasar con obstinado tesón de bárbaro todos los estereotipos.
Es también lugar común decir de Le Goff que describió, a contrapelo, el medievo como tiempo luminoso lleno de risas, que sobresalen sus obras sobre los vínculos entre el fenómeno urbano y el mundo del conocimiento, que heredero del revolucionario enfoque de Annales difundió el mirar provocativo y pluridisciplinar, en cierto sentido rupturista y vital como la medieval figura del goliardo.
De Le Goff, valiente, social, republicano y comprometido en los embates de su tiempo, me ha gustado leer en el obituario que firma Ana Teruel en la edición de este domingo de El País, lo que dijo el presidente Hollande: "sabía leer en la historia estos movimientos largos que dan forma a las conciencias y los imaginarios".
El vagabundo intelectual
"No hay duda de que los goliardos constituyeron un tipo contra el cual se enderezaba con complacencia la crítica de la sociedad establecida. De origen urbano, campesino o hasta noble, los goliardos son ante todo vagabundos, representantes típicos de una época en que la expansión demográfica, el desarrollo del comercio y la construcción de ciudades rompen las estructuras feudales, arrojan a los caminos y reúnen en sus cruces que son las ciudades, a marginados, a audaces,a desdichados. Los goliardos son el producto de esa movilidad social característica del siglo XII. El primer escándalo para los espíritus tradicionales es el hecho de que esas gentes escapan a las estructuras establecidas. La Alta Edad Media se había esforzado para hacer que cada cual ocupara su lugar, desempeñara su tarea, permaneciera en su orden, en su estado. Los goliardos son evadidos. Evadidos sin recursos forman en las escuelas esas bandas de estudiantes pobres que viven de varios expedientes (...)
Para ganarse la vida a veces esos estudiantes se convierten en juglares o bufones; de ahí sin duda el nombre que se les da a menudo. Pero pensemos que también el término joculator, juglar, es en aquella época el epíteto con que se designa a todos aquellos que se consideran peligrosos, aquellos a quienes se quiere apartar de la sociedad. Un joculator es, pues, un indeseable, un rebelde.
Esos estudiantes pobres que no tienen domicilio fijo, que no gozan de ninguna prebenda ni beneficio se lanzan a la aventura intelectual, siguen al maestro que les gusta y van de ciudad en ciudad para difundir sus enseñanzas. Forman el cuerpo de esos estudiantes vagabundos tan característicos de ese siglo XII. Contribuyen a darle su porte aventurero, espontáneo, vivo, audaz. Pero esos estudiantes no forman una clase. De diverso origen, tienen ambiciones diferentes- Evidentemente se decidieron por el estudio antes que por la guerra. (...)
Si todos ellos critican a la sociedad, algunos, tal vez muchos, sueñan con convertirse en aquellos que critican. (...) Sueñan con un mecenas generoso. con una suculenta prebenda, con una vida holgada y feliz. Parece que quieren convertirse en los nuevos beneficiarios del orden social en lugar de querer cambiarlo.
Sin embargo, los temas de sus poesías fustigan ásperamente a esa sociedad. Es difícil negar a muchos el carácter revolucionario (...) el juego, el vino, el amor es principalmente la trilogía a la que cantan, actitud que despertó la indignación de las almas piadosas de su tiempo, pero que inclinó más bien hacia la indulgencia a los historiadores modernos: yo soy cosa ligera / cual hoja que arrastra indiferente el huracán/ como el esquife que boga sin piloto, / como un pájaro errante por los caminos del aire, / No estoy fijado ni por el ancla ni por las cuerdas/ La belleza de las muchachas hirió mi pecho / aquellas a las que no puedo tocar, las poseo con toda mi alma/ En segundo lugar se me reprocha el juego/ pero tan pronto como el juego me deja desnudo y el cuerpo frío mi espíritu se enciende./ Es entonces cuando mi musa compone mis mejores canciones. / En tercer lugar hablamos de la taberna (...)." (1)
photos: intelectuales
(1) Jacques Le Goff, Los intelectuales en la Edad Media, trad. Alberto L. Bixio, Barcelona, Gedisa, 1990, pp. 40-42.