miércoles, 9 de enero de 2013

aullido: el censor hizo al revés su trabajo


I saw the best minds of my generation destroyed by madness, starving
  hysterical naked,
dragging themselves through the negro streets at dawn looking for an angry
  fix,
angelheaded hipsters burning for the ancient heavenly connection to the
  starry dynamo in the machinery of night

(...)
Ginsberg, Allen "Howl"



En el llamado “mundo anglosajón”, los juicios por obscenidad de determinadas obras literarias motivo de escándalo (sexual) fueron una constante durante el siglo pasado. Los casos contra Joyce o contra Henry Miller no constituyen sino el desarrollo, hoy a partir de “casos ya ilustres”, de una vía explorada en el pasado por el sistema judicial continental una vía que se remonta bastante más allá de la conocida y europea marcha inquisitorial bajomedieval.

La insistencia jurisprudencial norteamericana en el alcance de libertad de expresión y en los derechos asociados a ella (un conjunto de libertades “en la médula” de la democracia como ha descrito muy bien Roberto Gargarella) paralela a la selectiva fineza de la piel de gran parte de la ciudadanía conservadora americana (a la que no les parecen obscenas las masacres de población civil outdoor ni el hecho indoor de que en los armarios del país descansen 300 millones de armas bien cargadas); la insistencia jurisprudencial en la primera enmienda, decía,  permitió que muchos de esos juicios terminaran con veredictos coincidentes en señalar algo así como que a pesar del  "alto grado de lenguaje obsceno o brutal" que contenían los libros encausados, éste no eran propiamente obscenos. Metido el juez a crítico literario, los veredictos acababan las más de las veces reconociendo la importancia literaria y cultural del objeto-libro escándalo de la moral (de una moral social dominante pero de una moral social muy concreta) que aparentemente provocó el litigio y dejando al escritor en libertad sin cargos y en idónea disposición (por una curiosa justicia poética) de recoger los réditos económicos o en términos de popularidad y difusión del libro motivo del escándalo. 

Lucien Carr, Jack Kerouac, Allen Gisnberg, William Burrough: beatniks

Fue el caso de Aullido (Howl) la excusa en la entrada de hoy, el feroz poema de Allen Ginsberg, y  de forma mucho más ardua, el de otro autor beat: en 1965 “El almuerzo desnudo” el libro de William Burroughs fue condenado en primera instancia por su “claro contenido obsceno, pornográfico e inmoral" prohibiéndose su venta y distribución en Massachussetts.  Apoyándose en la primera enmienda de la constitución de EEUU, Grove Press recurrió la sentencia ante el Tribunal Supremo que emitía, un año después un veredicto en el tono del párrafo anterior: reconociendo la importancia literaria y cultural del texto pero también, en lo que le resultaba más propio del alto tribunal, los amplios límites del derecho a la libertad de expresión.



"El exterminador hizo bien su trabajo", publicado hace unos años en España por la interesantísima editorial La Felguera Ediciones en su colección, Narrativas del Desorden, recoge las intervenciones de Norman Mailer y Allen Ginsberg, auténticos iconos de la contracultura, durante el juicio de Boston. Ambos, haciendo uso de una enorme elocuencia y agilidad, muestran hasta qué punto lograron descifrar el código que subyace en la escritura y el pensamiento de Burroughs.

"El almuerzo desnudo" contiene alusiones a la droga y al proceso de destrucción del toxicómano, pero también fantasías sexuales, necrofilia y hasta canibalismo. "Sin embargo, lo que vinieron a señalar Mailer y Ginsberg es que, en realidad, el acoso judicial atacaba a la "Enfermedad", pero no exactamente la producida por la droga o los alucinógenos, sino a la que peligrosamente conduce el pensamiento rebelde y vírico del que la obra y el estilo de este irreductible escritor fueron testimonio, porque “Burroughs nos ha enseñado que la mierda no es solamente la droga, sino que el sistema en que vivimos está hecho de ella” (1)
.


"A comienzos de 1963 un librero de Boston fue detenido y conducido a comisaría. Su delito: vender una obra considerada como obscena y, por tanto, contraria a la ley. Se trataba de El almuerzo desnudo de William Burroughs. Ante esta situación, la editorial Grove Press, de forma hábil, decidió personarse en el proceso legal como perjudicada. El juicio, entonces, ya no sería contra un librero aislado, sino contra el libro mismo y su autor. La obra de Burroughs no sólo había adquirido la forma de un seísmo, sino que ahora se experimentaban sus réplicas.
El almuerzo desnudo fue prohibido y secuestrado en Boston, iniciándose en 1965 un proceso judicial de gran repercusión. Se trató de uno de los últimos ejemplos de censura y secuestro editorial en el mundo anglosajón bajo la acusación de tratarse de una obra contraria a la moral." (2)

Howl explora la vida y obra de Allen Ginsberg, poeta estadounidense del siglo XX. Construida en una forma no lineal, la película yuxtapone acontecimientos históricos con una gran variedad de técnicas cinematográficas. Se reconstruye la vida de Ginsberg durante los años 1940 y 1950 (según lo retratado por James Franco). También revive la presentación de Howl en la Six Gallery el 7 de octubre de 1955 . La lectura de Howl fue la primera manifestación importante al público de la Generación Beat, y ayudó a anunciar la revolución literaria de la costa oeste que se conoció como el renacimiento de San Francisco. Además, algunas partes del poema se interpretan a través de secuencias animadas. Finalmente, estos eventos se yuxtaponen con imágenes en color del juicio por obscenidad celebrado en 1957 en San Francisco, contra el poeta y el cofundador de City Lights Bookstore Lawrence Ferlinghetti que fue la primera en publicar "Howl" con el nombre de Howl and Other Poems.


“Howl” (Epstein, Friedman, 2010) es sólo una discreta película que pudimos disfrutar ayer, pero cuenta con un gran y esforzado actor (James Franco), una emotiva lectura del poema de Ginsberg, sale Jon Hamm (Donald Draper, el estupendo personaje de Mad Men) y, en lo que nos interesa aquí,  recoge algunos fogonazos de la poderosa argumentación del abogado y de la acompasada motivación del veredicto del juez a favor de la libertad, del derecho del bueno de Allen Ginsberg ha poetizar su ira, con las palabras, con los sonidos, con las imágenes que había considerado que aullaban mejor.



Por cierto, la auténtica obscenidad:Hiroshima 1945


(1) El exterminador hizo bien su trabajo. Juicio contra William Burroughs, La Felguera Ediciones, colección, Narrativas del Desorden, Madrid, 2010.
(2) Ibidem.