I saw the best minds of my generation destroyed by madness, starving
hysterical naked,
dragging themselves through the negro streets at dawn looking for an angry
fix,
angelheaded hipsters burning for the ancient heavenly connection to the
starry dynamo in the machinery of night
(...)
hysterical naked,
dragging themselves through the negro streets at dawn looking for an angry
fix,
angelheaded hipsters burning for the ancient heavenly connection to the
starry dynamo in the machinery of night
(...)
Ginsberg, Allen "Howl"
En el llamado “mundo anglosajón”, los juicios por obscenidad de determinadas obras literarias motivo de escándalo (sexual) fueron una constante durante el siglo pasado. Los casos contra Joyce o contra Henry Miller no constituyen sino el desarrollo, hoy a partir de “casos ya ilustres”, de una vía explorada en el pasado por el sistema judicial continental una vía que se remonta bastante más allá de la conocida y europea marcha inquisitorial bajomedieval.
La insistencia jurisprudencial norteamericana en el alcance de libertad de expresión y en los derechos asociados a ella (un conjunto de libertades “en la médula” de la democracia como ha descrito muy bien Roberto Gargarella) paralela a la selectiva fineza de la piel de gran parte de la ciudadanía conservadora americana (a la que no les parecen obscenas las masacres de población civil outdoor ni el hecho indoor de que en los armarios del país descansen 300 millones de armas bien cargadas); la insistencia jurisprudencial en la primera enmienda, decía, permitió que muchos de esos juicios terminaran con veredictos coincidentes en señalar algo así como que a pesar del "alto grado de lenguaje obsceno o brutal" que contenían los libros encausados, éste no eran propiamente obscenos. Metido el juez a crítico literario, los veredictos acababan las más de las veces reconociendo la importancia literaria y cultural del objeto-libro escándalo de la moral (de una moral social dominante pero de una moral social muy concreta) que aparentemente provocó el litigio y dejando al escritor en libertad sin cargos y en idónea disposición (por una curiosa justicia poética) de recoger los réditos económicos o en términos de popularidad y difusión del libro motivo del escándalo.
Fue el caso de Aullido (Howl) la excusa en la entrada de hoy, el feroz poema de Allen Ginsberg, y de forma mucho más ardua, el de otro autor beat: en 1965 “El almuerzo desnudo” el libro de William Burroughs fue condenado en primera instancia por su “claro contenido obsceno, pornográfico e inmoral" prohibiéndose su venta y distribución en Massachussetts. Apoyándose en la primera enmienda de la constitución de EEUU, Grove Press recurrió la sentencia ante el Tribunal Supremo que emitía, un año después un veredicto en el tono del párrafo anterior: reconociendo la importancia literaria y cultural del texto pero también, en lo que le resultaba más propio del alto tribunal, los amplios límites del derecho a la libertad de expresión.
"El exterminador hizo bien su trabajo", publicado hace unos años en España por la interesantísima editorial La Felguera Ediciones en su colección, Narrativas del Desorden, recoge las intervenciones de Norman Mailer y Allen Ginsberg, auténticos iconos de la contracultura, durante el juicio de Boston. Ambos, haciendo uso de una enorme elocuencia y agilidad, muestran hasta qué punto lograron descifrar el código que subyace en la escritura y el pensamiento de Burroughs.
"El almuerzo desnudo" contiene alusiones a la droga y al proceso de destrucción del toxicómano, pero también fantasías sexuales, necrofilia y hasta canibalismo. "Sin embargo, lo que vinieron a señalar Mailer y Ginsberg es que, en realidad, el acoso judicial atacaba a la "Enfermedad", pero no exactamente la producida por la droga o los alucinógenos, sino a la que peligrosamente conduce el pensamiento rebelde y vírico del que la obra y el estilo de este irreductible escritor fueron testimonio, porque “Burroughs nos ha enseñado que la mierda no es solamente la droga, sino que el sistema en que vivimos está hecho de ella” (1)
.
Lucien Carr, Jack Kerouac, Allen Gisnberg, William Burrough: beatniks |
Fue el caso de Aullido (Howl) la excusa en la entrada de hoy, el feroz poema de Allen Ginsberg, y de forma mucho más ardua, el de otro autor beat: en 1965 “El almuerzo desnudo” el libro de William Burroughs fue condenado en primera instancia por su “claro contenido obsceno, pornográfico e inmoral" prohibiéndose su venta y distribución en Massachussetts. Apoyándose en la primera enmienda de la constitución de EEUU, Grove Press recurrió la sentencia ante el Tribunal Supremo que emitía, un año después un veredicto en el tono del párrafo anterior: reconociendo la importancia literaria y cultural del texto pero también, en lo que le resultaba más propio del alto tribunal, los amplios límites del derecho a la libertad de expresión.
"El exterminador hizo bien su trabajo", publicado hace unos años en España por la interesantísima editorial La Felguera Ediciones en su colección, Narrativas del Desorden, recoge las intervenciones de Norman Mailer y Allen Ginsberg, auténticos iconos de la contracultura, durante el juicio de Boston. Ambos, haciendo uso de una enorme elocuencia y agilidad, muestran hasta qué punto lograron descifrar el código que subyace en la escritura y el pensamiento de Burroughs.
"El almuerzo desnudo" contiene alusiones a la droga y al proceso de destrucción del toxicómano, pero también fantasías sexuales, necrofilia y hasta canibalismo. "Sin embargo, lo que vinieron a señalar Mailer y Ginsberg es que, en realidad, el acoso judicial atacaba a la "Enfermedad", pero no exactamente la producida por la droga o los alucinógenos, sino a la que peligrosamente conduce el pensamiento rebelde y vírico del que la obra y el estilo de este irreductible escritor fueron testimonio, porque “Burroughs nos ha enseñado que la mierda no es solamente la droga, sino que el sistema en que vivimos está hecho de ella” (1)
.
“Howl” (Epstein, Friedman, 2010) es sólo una discreta película que pudimos disfrutar ayer, pero cuenta con un gran y esforzado actor (James Franco), una emotiva lectura del poema de Ginsberg, sale Jon Hamm (Donald Draper, el estupendo personaje de Mad Men) y, en lo que nos interesa aquí, recoge algunos fogonazos de la poderosa argumentación del abogado y de la acompasada motivación del veredicto del juez a favor de la libertad, del derecho del bueno de Allen Ginsberg ha poetizar su ira, con las palabras, con los sonidos, con las imágenes que había considerado que aullaban mejor.
(1) El exterminador hizo bien su trabajo. Juicio contra William Burroughs, La Felguera Ediciones, colección, Narrativas del Desorden, Madrid, 2010.
(2) Ibidem.
“Howl” (Epstein, Friedman, 2010) es sólo una discreta película que pudimos disfrutar ayer, pero cuenta con un gran y esforzado actor (James Franco), una emotiva lectura del poema de Ginsberg, sale Jon Hamm (Donald Draper, el estupendo personaje de Mad Men) y, en lo que nos interesa aquí, recoge algunos fogonazos de la poderosa argumentación del abogado y de la acompasada motivación del veredicto del juez a favor de la libertad, del derecho del bueno de Allen Ginsberg ha poetizar su ira, con las palabras, con los sonidos, con las imágenes que había considerado que aullaban mejor.
Por cierto, la auténtica obscenidad:Hiroshima 1945 |
(1) El exterminador hizo bien su trabajo. Juicio contra William Burroughs, La Felguera Ediciones, colección, Narrativas del Desorden, Madrid, 2010.
(2) Ibidem.