«Apart from his academic career, Jean Carbonnier was also a writer: his book Les incertitudes du jeune Saxon. Une autofiction de Jean Carbonnier was published posthumously, in 2011. This fiction shows that Jean Carbonnier was not only a theorist, but also an author of literature. This element can be perceived while reading his theoretical works about law, since he always explained his thoughts with an elegant and precise way of writing. Les incertitudes du jeune Saxon represents at the same time a fiction (sort of Bildungsroman) and a reflection about law and history. This work is also linked with the story of his own family and tastes.»
Carbonnier, Jean (2011), Les incertitudes du jeune Saxon. Une autofiction de Jean Carbonnier. Paris: Lexis Nexis.
Siempre le he tenido fe a este escritor húngaro que escribe en inglés y del que disfrutamos En los brazos de la mujer madura (1965) y luego Un millonario inocente (1983). Un millonario inocente (una novela muy a la Balzac) es el retrato más despiadado al sistema judicial norteamericano que conozco y su crítica feroz al funcionamiento de los despachos de abogados en la capital del universo del capital (valga la redundancia) debería estudiarse en las Facultades de Derecho del país de Oliver Wendell Holmes.
En lo que sigue reproducimos una entrevista que tiene interés para el interesado en «La norma y la imagen». En ellaVizinczey opone (quizás de forma discutible) al diseño de clase de los personajes literarios de Dickens la autenticidad de los escritores rusos y franceses de principios del siglo XIX.
Terminamos con un decálogo (una serie de consejos para escritores) al que hace tiempo le encontré mucha gracia.
«Separar la paja del grano. Es lo que hace el campesino en la era. Y lo que, en el campo de la escritura, hizoStephen Vizinczey en Verdad y mentiras en la literatura, un ensayo clave para todo estudioso de la creación literaria. Sus criterios para deslindar la impostura de la autenticidad siguen muy vigentes en la actualidad. El libro recoge algunos de los artículos que a lo largo de varios años vieron la luz en diversos periódicos y suplementos, como el ABC Cultural dirigido por Blanca Berasátegui... Fue publicado por primera vez en 1985 (a España llegó en 1988) pero todavía sigue suscitando un gran interés, hasta el punto de que se sigue editando en nuevos países. Aquí Seix Barral preparó una nueva versión el año pasado, disponible en Amazon, y acaba de salir también en Brasil y Holanda. "Cuando lo publiqué al principio apenas se vendió. En el Reino Unido se vendieron unos 2.000 ejemplares, y en EE. UU se quedó en los 5.000. Es que estas cosas nunca le han interesado a mucha gente. Lo bonito es ver que en los pequeños ámbitos del estudio de la literatura sigue generando debate y me llaman de nuevos sitios para publicarlo".
Vizinczey, autor también de novelas de gran éxito como En brazos de la mujer madura y Un millonario inocente, lo explica a elcultural.es sentado en la cafetería de un hotel de la Gran Vía. Antes de una hora le recogerá un taxi para trasladarle al aeropuerto, donde tomará un vuelo hacia Londres, la ciudad donde vive este escritor de origen húngaro de 74 años desde finales de los 60. Ha venido a España (su país "favorito, junto con Italia y Francia") para participar en las jornadas La creación del mundo organizadas por el Instituto Ibercrea, dirigido por Arcadi Espada. Le queda margen pues para disertar sobre su gran pasión vital: la literatura. En la frontera que trazó con su ensayo hay escritores que quedan del lado de la verdad y otros en el de la mentira. En el primer bando, el de los buenos, Vizinczey coloca "a los escritores de principios del siglo XIX en Francia y los rusos de ese mismo siglo".
"Son los autores de ficción más profundos que yo conozco. La razón seguramente es que vivieron en tiempos muy inciertos, caóticos. No estuvieron sujetos al corsé de la corrección política". Stendhal, Balzac, Dostoievski, Tolstoi, Pushkin... son los novelistas que ubica en el lado de la honestidad literaria. "En cambio los que viven épocas más estables están sujetos en mayor medida a la moral imperante. El conformismo es más marcado, se aceptan unas verdades concretas y no se contemplan alternativas". Como ejemplo utiliza la Inglaterra victoriana y su autor más célebre: "Dickens retrataba a sus personajes en función de su posición social y de su oficio. Es lo contrario de lo que hacía Stendhal o Balzac, cuya mirada a la gente era más profunda y más humana, mucho más individualizada, no tan influenciada por su clase".
Dickens vs Balzac
A Balzac no se cansa de elogiarlo, en particular Las ilusiones perdidas. "Esa novela es una revelación. Es muy interesante para la gente dedicada al periodismo, porque hace una disección única de los medios de comunicación y del mundo editorial". También comenta que los personajes que desfilan por la obra se los encontró, revividos, en su estancia en Hollywood. "Fue curioso ver cómo muchos de los tipos que pululaban por allí me resultaban tan familiares, y era porque me recordaban a los que aparecían en la novela de Balzac".
¿Y en España? ¿Dónde está la verdad de la literatura? Su respuesta es rápida y contundente: El lazarillo de Tormes. "Es una obra maestra, sin ninguna duda, un libro que al mismo tiempo es muy denso y muy corto. En él puedes asomarte al alma de sus personajes. Es sencillamente perfecto, encarna la verdadera esencia del arte: 'La naturaleza concentrada en una forma', como decía Stendhal".
Y para conseguir esas perfecciones literarias en forma de novela, Vizinczey elaboró un decálogo que debería observar todo escritor; son sus diez mandamientos de inexcusable cumplimiento. En el sexto vuelve a traer a colación una cita de su admirado Balzac: "Las obras del genio están regadas con sus lágrimas". A lo que añade: " Rechazo, mofa, pobreza, fracaso, una lucha constante contra las propias limitaciones... tales son los principales sucesos de las vidas de la mayoría de los grandes artistas, y si aspiras a conseguir su destino debes fortalecerte aprendiendo de ellos". Ahí deja eso antes ponerse en pie y apresurarse para coger su taxi.
Tomanos nota. »
El escritor con Gloria, su mujer
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Stephen Vizinczey: El Decálogo del escritor
"Escribí esto en respuesta a un ruego de Raymond Lamont–Brown, director de Writer’s Monthly, que me pidió algo «lleno de consejos sensatos y prácticos para quienes son en muchos casos novatos en la ocupación de escribir»."
1. No beberás, ni fumarás, ni te drogarás. Para ser escritor necesitas todo el cerebro que tienes.
2. No tendrás costumbres caras. Un escritor nace del talento y del tiempo. Tiempo para observar, estudiar, pensar. Por consiguiente, no puede permitirse el lujo de desperdiciar una sola hora ganando dinero para cosas no esenciales. A menos que tenga la suerte de haber nacido rico, es mejor que se prepare para vivir sin demasiados bienes terrenales.
Es cierto que Balzac obtenía una inspiración especial de la compra de objetos y la acumulación de enormes deudas, pero la mayoría de las personas con hábitos caros son propensas a fracasar como escritores.
A la edad de 24 años, tras la derrota de la revolución húngara, me encontré en Canadá con unas 50 palabras de inglés. Cuando me di cuenta de que era un escritor sin una lengua, subí en ascensor al último piso de un alto edificio de Dorchester Street, en Montreal, con la intención de arrojarme al vacío. Al mirar hacia abajo desde la azotea, con terror ante la idea de morirme, pero todavía más de romperme la columna vertebral y pasar el resto de mi vida en una silla de ruedas, decidí tratar de convertirme en un escritor inglés.
Al final, aprender a escribir en otra lengua fue menos difícil que escribir algo bueno, y viví durante seis años al borde de la miseria antes de estar listo para escribir En brazos de la mujer madura.
No podría haberlo hecho si me hubiesen interesado los trajes o los coches… En realidad, si no hubiera visto otra alternativa que la azotea de aquel rascacielos.
Algunos escritores inmigrantes que conocía trabajaban como camareros o vendedores para ahorrar dinero y crearse una base financiera antes de intentar ganarse la vida escribiendo; uno de ellos posee ahora toda una cadena de restaurantes y es más rico de lo que yo podría llegar a ser, pero ni él ni los otros volvieron a escribir.
Es preciso decidir qué es más importante para uno: vivir bien o escribir bien. No hay que atormentarse con ambiciones contradictorias.
3. Soñarás y escribirás y soñarás y volverás a escribir.
No dejes a nadie decirte que estás perdiendo el tiempo cuando tienes la mirada perdida en el vacío. No existe otra forma de concebir un mundo imaginario.
Nunca me siento ante una página en blanco para inventar algo. Sueño despierto con mis personajes, sus vidas y sus luchas, y cuando una escena se ha desarrollado en mi imaginación y creo saber qué han sentido, dicho y hecho mis personajes, tomo pluma y papel e intento relatar lo que he presenciado.
Una vez que he escrito mi relato, a mano y a máquina, lo leo y encuentro que la mayor parte de lo escrito es a) confuso o b) inexacto, o c) tedioso, o d) sencillamente no puede ser verídico. Así, utilizo el borrador mecanografiado como una especie de informe crítico de lo que he imaginado y vuelvo a soñar mejor toda la escena.
Fue este modo de trabajar lo que me hizo comprender, cuando aprendía inglés, que mi principal problema no es la lengua, sino, como siempre, ordenar las cosas en la cabeza.
4. No serás vanidoso.
La mayor parte de los libros malos lo son porque sus autores están ocupados en tratar de justificarse a sí mismos.
Si un autor vanidoso es alcohólico, el personaje de su libro descrito con mayor simpatía será un alcohólico. Este tipo de asunto es muy aburrido para los extraños.
Si crees ser sabio, racional, bueno, una bendición para el sexo opuesto, una víctima de las circunstancias, es porque no te conoces a ti mismo lo suficiente como para escribir.
Dejé de tomarme en serio a la edad de 27 años. y desde entonces me he considerado sencillamente materia prima. Me utilizo del mismo modo que se utiliza a sí mismo un actor: todos mis personajes —hombres y mujeres, buenos y malos— están hechos de mí mismo, más la observación.
5. No serás modesto.
La modestia es una excusa para la chapucería, la pereza, la complacencia; las ambiciones pequeñas suscitan esfuerzos pequeños. Nunca he conocido a un buen escritor que no intentara ser grande.
6. Pensarás sin cesar en los que son verdaderamente grandes.
«Las obras del genio están regadas con sus lágrimas», escribió Balzac en Ilusiones perdidas. Rechazo, mofa, pobreza, fracaso, una lucha constante contra las propias limitaciones…, tales son los principales sucesos en las vidas de la mayoría de los grandes artistas, y si aspiras a conseguir su destino debes fortalecerte aprendiendo de ellos.
Yo me he animado con frecuencia al releer el primer volumen de la autobiografía de Graham Greene, Una especie de vida, que trata de sus primeras luchas. También he tenido ocasión de visitarle en Antibes, donde vive en un pequeño piso de dos habitaciones (un lugar diminuto para un hombre tan alto) con los lujos de un aire suave y una vista del mar, pero pocas posesiones aparte de libros. Parece tener pocas necesidades materiales, y estoy seguro que esto tiene algo que ver con la libertad interior que emana de sus obras. Aunque afirma que ha escrito sus «entretenimientos» por dinero, es un escritor dirigido por sus obsesiones sin hacer caso de modas cambiantes e ideologías populares, y esta libertad se comunica a sus lectores. Uno se siente liberado del peso de los propios compromisos, al menos mientras lo lee. Esta clase de logro sólo es posible para un escritor de costumbres espartanas.
Ninguno de nosotros tiene oportunidad de conocer personalmente a muchos grandes hombres, pero podemos estar en su compañía leyendo sus memorias, diarios y cartas. Hay que evitar, sin embargo, las biografias, en especial las que han sido convertidas en películas o series de televisión. Casi todo lo que nos llega sobre los artistas a través de los medios es pura palabrería, escrita por perezosos autores mercenarios que no tienen la menor idea del arte ni del trabajo duro. Un ejemplo reciente es Amadeus, que intenta convencernos de que es fácil ser un genio como Mozart y muy difícil ser una mediocridad como Salieri.
Hay que leer, en cambio, las cartas de Mozart. En cuanto a literatura específica sobre la vida del escritor, yo recomendaría Una habitación propia, de Virginia Woolf; el prefacio de La dama morena de los sonetos, de Shaw; Martin Eden, de Jack London, y sobre todo, Ilusiones perdidas, de Balzac.
7. No dejarás pasar un solo día sin releer algo grande.
En mi adolescencia estudié para ser director de orquesta, y de mi educación musical adopté una costumbre que considero esencial para los escritores: el estudio constante y diario de las obras maestras. La mayor parte de los músicos profesionales de dicha categoría conocen de memoria centenares de partituras; la mayor parte de los escritores, en cambio, sólo tienen el más vago recuerdo de los clásicos, lo cual explica que haya más músicos expertos que escritores expertos. Un violinista que poseyera la técnica de la mayor parte de los novelistas publicados no encontraría nunca una orquesta en la que tocar. Lo cierto es que sólo absorbiendo las obras perfectas, los modos específicos inventados por los grandes maestros para desarrollar una toma, construir una frase, un párrafo, un capítulo, se puede aprender todo lo que hay que aprender sobre la técnica. Nada de lo que ya se ha hecho puede decirte cómo hacer algo nuevo, pero si comprendes las técnicas de los maestros tienes más posibilidades de desarrollar las propias. Para decirlo en términos de ajedrez: aún no ha existido un gran maestro que no conociera de memoria las partidas de campeonato de sus predecesores.
No se debe cometer el error común de intentar leerlo todo para estar bien informado. Estar bien informado sirve para brillar en las fiestas, pero resulta absolutamente inútil para un escritor. Leer un libro para poder charlar sobre él no es lo mismo que comprenderlo. Es mucho más útil leer una y otra vez unas cuantas novelas hasta comprender por qué son buenas y cómo las han construido los escritores. Hay que leer una novela unas cinco veces para comprender su estructura, qué la hace dramática y qué le presta ritmo e impulso. Sus variaciones en compás y escala de tiempo, por ejemplo: el autor describe un minuto en dos páginas y luego cubre dos años con una frase… ¿Por qué? Cuando hayas comprendido esto sabrás realmente algo.
Cada escritor elegirá sus propios favoritos entre aquellos de quienes cree que puede aprender más, pero desaconsejo con firmeza la lectura de novelas victorianas, que están infestadas de hipocresía e hinchadas de redundancias. Incluso George Eliot escribió demasiado sobre demasiado poco.
Cuando te sientas tentado de escribir cosas superfluas deberás leer los relatos de Henrich von Kleist, quien dijo más con menos palabras que cualquier otro escritor en la historia de la literatura occidental. Lo leo constantemente, así como a Swift y a Sterne, a Shakespeare y a Mark Twain. Por lo menos una vez al año releo algunas obras de Pushkin, Gogol, Tolstoi, Dostoyevski, Stendhal y Balzac. A mi juicio, Kleist y estos novelistas franceses y rusos del siglo XIX son los más grandes maestros de la prosa, una constelación de genios no superados, como los que encontramos en la música, de Bach a Beethoven, y todos los días intento aprender algo de ellos. Esta es mi técnica.
8. No adorarás Londres–Nueva York–París.
Conozco a menudo aspirantes a escritores de lugares apartados que creen que las personas que viven en las capitales de los medios de comunicación tienen sobre el arte alguna información interna especial que ellos no poseen. Leen las páginas de críticas literarias, ven programas sobre arte en televisión para averiguar qué es importante, qué es el arte en realidad, qué debería preocupar a los intelectuales. El provinciano suele ser una persona inteligente y dotada que acaba por adoptar la idea de algún periodista o académico de mucha labia sobre lo que constituye la excelencia literaria, y traiciona su talento imitando a retrasados mentales que sólo tienen talento para medrar.
Aunque no hay razón para sentirse aislado. Si posees una buena colección de ediciones en rústica de grandes escritores y no dejas de releerlos, tienes acceso a más secretos de la literatura que todos los farsantes de la cultura que marcan el tono en las grandes ciudades. Conozco a un destacado crítico de Nueva York que no ha leído nunca a Tolstoi, y además está orgulloso de ello. No hay que perder el tiempo, por tanto, preocupándote por lo que está de moda, del tema idóneo, el estilo idóneo o qué clase de cosas ganan los premios. Cualquier persona que haya tenido éxito en literatura lo ha conseguido en sus propios términos.
9. Escribirás para tu propio placer.
Ningún escritor ha logrado jamás complacer a lectores que no estuvieran aproximadamente en su mismo nivel de inteligencia general, que no compartieran su actitud básica ante la vida, la muerte, el sexo, la política o el dinero. Los dramaturgos son afortunados: con ayuda de los actores pueden extender su mensaje hasta más allá del círculo de los espíritus afines. No obstante, hace sólo un par de años leí en los periódicos americanos las críticas más condescendientes de Medida por medida…, la obra en sí, ¡no la producción! Si Shakespeare no puede complacer a todo el mundo, ¿por qué intentarlo siquiera nosotros?
Esto significa que no vale la pena que te esfuerces por interesarte en algo que te resulta aburrido. Cuando era joven perdí mucho tiempo intentando describir vestidos y muebles. No sentía el menor interés por los vestidos ni por los muebles, pero Balzac experimentaba hacia ellos un apasionado interés, que consiguió comunicarme mientras le leía, así que pensé que debía dominar el arte de escribir excitantes párrafos sobre armarios si quería ser algún día un buen novelista. Mis esfuerzos estaban condenados, y agotaron todo mi entusiasmo por aquello que me había propuesto escribir en primer lugar.
Ahora sólo escribo sobre lo que me interesa. No busco temas: cualquier cosa en la que no pueda dejar de pensar es mi tema.
Stendhal dijo que la literatura es el arte de la omisión. y omito todo lo que no me parece importante. Describo a las personas sólo en los términos de aquellas de sus acciones, afirmaciones, ideas, sentimientos, que me hayan escandalizado–intrigado–divertido– deleitado a mí mismo o a otros.
No es fácil, por supuesto, ser fiel a lo que realmente nos importa; a todos nos gustaría ser considerados personas llenas de curiosidad por todo. ¿Quién asistió jamás a una fiesta sin fingir interés por algo? Pero cuando escribes tienes que resistir la tentación, y cuando lees lo que has escrito debes preguntarte siempre: «¿Me interesa de verdad esto?».
Si te ves a ti mismo —a tu yo verdadero, no a un concepto imaginario de ti mismo como la más noble de las personas que sólo se preocupan por los niños hambrientos de Africa—, tienes la posibilidad de escribir un libro que agrade a millones. Esto es así porque, quienquiera que seas, hay en el mundo millones de personas más o menos parecidas a ti. Pero nadie quiere leer a un novelista que no piense realmente lo que escribe. El éxito editorial más ramplón tiene una cosa en común con una gran novela: ambos son auténticos.
10. Serás difícil de complacer.
La mayoría de los libros nuevos que leo se me antojan a medio terminar. El escritor se contentó con hacer su trabajo más o menos bien, y luego pasó a algo nuevo.
Para mí, escribir empieza a ser emocionante de verdad cuando vuelvo a un capítulo un par de meses después de haberlo escrito. En esta fase lo miro menos como autor que como lector, y por muchas veces que reescribiera originalmente el capítulo, todavía encuentro frases que son vagas, adjetivos que son inexactos o superfluos. De hecho encuentro escenas enteras que, aunque ciertas, no añaden nada a mi comprensión de los personajes o de la historia y, por consiguiente, pueden eliminarse.
Es en este punto cuando examino el capítulo durante el tiempo suficiente para aprendérmelo de memoria —lo recito palabra por palabra a cualquiera dispuesto a escuchar— y si no puedo recordar algo, suelo descubrir que no era correcto. La memoria es un buen crítico.
"Snowpiercer" (Bong Joon-ho, 2013): alegoría de la humanidad, metáfora de la lucha de clases y la Swinton con un zapato en la cabeza.
Últimas noticias de la justicia
Fin de la trilogía: últimas imágenes y alguna conclusión. Los imaginarios son inaprensibles, la justicia una rareza y la tierra un esferoide oblato achatado por los polos, con un abultamiento alrededor del ecuador y una ligera inclinación hacia el mal gusto, la crueldad y el pensamiento reaccionario.
11. El cine pide justicia
Quisimos quitarle ranciendad, que no rigor, al derecho. Recordamos que la ingeniería o la medicina son saberes igual de serios pero no por ello se adornan de telas e ínfulas medievales. Quisimos, por así decirlo, acercar el derecho al lego y lector de el HYPE. Acudimos a las imágenes. La cinematográfica no es mala cultura para decir algo del derecho. De hecho, ¡hoy el cine pide justicia!
Hay mucho más.
El cine pide justicia pero la justicia es un cosa y el valor estético de una obra, otra.
12. Un imaginario
Sí, hay mucho más. Para todos la idea del derecho (y de la justicia) comenzó, en un momento inasible del pasado, con una imagen (la de un juez, la de un policía, la de un jurado en un telefilm). El campo es enorme: iconos, símbolos, fotografías, films y representaciones figurativas –pictóricas y escultóricas- tanto del universo normativo considerado metafórica, simbólica y abstractamente (justicia, orden, poder, verdad, etc.) como de las concretas revoluciones políticas y luchas específicas por el derecho.
Sobre la fotografía de Susan Sontag es un referente en muchas de las cuestiones estéticas anteriores
13. Mujeres, hombres y viceversa: La diosa egipcia Maat como la griega Temis son ejemplos de cómo la justicia ha sido comprendida como mujer. La injusticia, ¡ah, sabias imágenes las de Giotto!, queda estupendamente como hombre con barba, serio e impasible: los frescos de la Capella degli Scrovegmi de Padua recuerdan el ánimo suizo con el que se lucha hoy contra la corrupción.
En la actualidad toda definición de justicia incluye valores como los de igualdad y libertad, el escultor figurativo Zenos Frudakis ha querido aprehender un sentimiento en Freedom.
Freedom por Frudakis
15. Derechos humanos
Las representaciones píctoricas, arquitectónicas y escultóricas de la justicia y los valores a ella asociados son numerosas, no hemos puesto, por conocida, la libertad de Delacroix, y por difícil la Jurisprudence de Gustav Klimt. Observemos la Cúpula de la Sala XX de los Derechos Humanos y de la Alianza de Civilizaciones de la ONU de Miquel Barceló.
La "cúpula" de Barceló.
16. El cine es contrario a la pena de muerte
Otras veces, el cine ha puesto el acento en el relato. Nótese que cuando la justicia se incorpora en una narración interesante el delincuente se vuelve humano, es por ello, que la mayoría del «cine con derecho» se muestra contrario, por ejemplo, a la pena de muerte.
Aunque no lo parezca Bjork es humana y por tanto no se le debe matar: Dancer in the Dark, Trier, 2000
Hemos de acabar.
Dejemos para la reflexión del inteligente lector de EL HYPE, unos apuntes.
17. Los monstruos no existen: la lección de Herzog (Werner)
El gusto por el castigo, la cárcel y la violencia parece más propio de fanáticos y medievales que de juristas-bien. A mí me gusta recordar en clase aquella célebre frase de ese gran director y ser humano alemán que es Werner Herzog: «el hombre hace cosas monstruosas sin ser él, propiamente, un monstruo».
Para conocer mejor a los humanos el cine de Herzog entra en lo extraño, lo aislado y el abismo
18. El cine es ecológico
Que nuestro planeta se está convirtiendo en un estercolero recalentado es algo que el cine se he preocupado desde hace tiempo en denunciar.
Prophecy, 1979. Inquietudes ecológicas de Frankenheimer: la vimos en los ochenta en el Autocine Star
La fallida Interestelar (Nolan, 2014), ¡por qué los astronautas no se callan!, parte de la premisa del crecimiento insostenible o lleno de polvo.
Interestelar, Nolan, 2014
19. Es la desigualdad, estúpido o la alegoría del tren: Snowpiercer.
El principal problema que en términos de justicia tiene nuestro planeta es la extrema desigualdad. El hecho de que unos pocos tengan más que millones de personas y que tantas de ellas tengan que ver a sus hijos morir de hambre es una aberración que el cine, disciplina sensible, ha recogido también. Entre los recientes estrenos ha sido la última película de ese magnífico director que es el surcoreano Bong Joon-Ho (autor de una obra maestra del cine negro: Salinui chueok (Memories of Murder) la que más explícitamente muestra el insoportable contraste entre las existencias más frívolas y las más terribles.
La humanidad como un tren: Snowpiercer, (Bong Joon-Ho, 2013)
20 El derecho: argumentación e interpretación
El derecho es complejo pero sobre todo, más que en operaciones lógicas, mecánicas o formales, consiste en argumentar bien. ¿Argumentar verdades? No. Las verdades no se argumentan. Se argumenta en el mundo de lo convincente, lo razonable, lo plausible, a ser posible no olvidando que a menudo el derecho es la única arma que tiene el débil frente al poderoso.
Newman como Galvin: el abogado descreído en busca de redención The Veredict(Lumet, 1982)
21. Reivindicación del pensar
Una sociedad que valore la literatura y el arte y que enseñe bien desde la escuela primaria los cuatro saberes que permiten comprendernos mejor (la sociología, la antropología, la historia y la filosofía) tendrá una sociedad más sabia y reflexiva y como exponente de ella un derecho más justo.
En lo que sigue se continúa con la serie sobre justicia e imágenes iniciada en la entrada anterior (Y justicia para todos) publicadas ambas, originariamente en la on-line de ocio y cultura El Hype
Inquietantes imágenes de la justicia
Citas, broncas y algunas imágenes fundamentales de la justicia y el derecho. Cuatro novelas y cuatro películas imprescindibles de crimen y justicia-ficción.
7. Cuatro películas sobre justicia y el derecho
En el episodio anterior, dedicado a ofrecer una imagen accesible del derecho y la justicia, vimos diosas y abogados (desde Testigo de cargo a Breaking Bad), imágenes del orden, la justicia, el bien, el mal y lo regulero. O, dicho con el escritor de novela negra y vecino de Moraria Chester Himes, los buenos actos, los malos y los que nos toca hacer. Si alguien, yo mismo, me preguntara qué cuatro películas han captado mejor la esencia y complejidad del derecho y la justicia, diría, siendo paritario con oriente y occidente, que: Rashomon, Kurosawa, 1950; Anatomía de un asesinato, Preminger, 1959; Matar a un ruiseñor, Mulligan, 1962; El último viaje del juez Feng, Jie Liu, 2006.
Rashomon: el derecho es razonamiento e... interpretación
8. ¿Y novelas?
En un reciente congreso sobre novela y crimen tomé nota de las recomendaciones de expertos criminólogos, escritores de novela negra y afamados penalistas. ¿Cuáles son?
Para Rafael Orts, catedrático de derecho penal en la Universidad de Valencia, el clásico de James M. Cain (The postman always rings twice, 1934). Hay tres versiones de la novela de M. Cain: Tay Garnett (1946) con los estupendos John Garfield y Lana Turner; Bob Rafelson, (1981) con Jack Nicholson y una de las mejores y más atractivas actrices de la historia del cine: Jessica Lange; Luchino Visconti (Ossessione, 1942) con Clara Calamai y Massimo Girotti.
Nicholson y Lange con la cara que se nos pone a muchos viendo en el telediario casos de corrupción
Para Vicente Garrido, reconocido criminólogo y escritor, los imprescindibles son A sangre fría (Truman Capote, 1966) y Extraños en un tren, primera novela de Patricia Highsmith. Un año después de su aparición, Hitchcock la adaptó para el cine con guión de Raymond Chandler.
Capote: profundo e inquietante retrato del criminal pero también de la justicia
Precisamente, uno de mis personajes preferidos, Tom Ripley, viene de la gatuna pluma de Highsmith, encarnación de esa moral suspendida de la que hablaba Kundera como ambiente propio de la novela en general. David G. Panadero, periodista y escritor (Los viejos papeles) director de Calle Negra y coordinador de Prótesis, publicación consagrada al crimen, recomendó Vertigo, de Boileau-Narcejac.
9. Abuso o ingenuidad del orden que el derecho garantiza
Muchos profesores parecen orgullosos de asegurar en las facultades de Ciencias Jurídicas que el derecho garantiza el orden. Como si eso fuera bueno,hype o apuabullante. El derecho garantiza el orden, de acuerdo, pero cabría discutir qué orden queda o debe quedar garantizado.
En la Sudáfrica de Coetzee, como en la ficción de Neil Blomkamp, hay un orden: playas y restaurantes para blancos y playas y calles para negros; un lugar para unos y otro para los otros.
El otro siempre sale jurídicamente malparado
El orden del que se hartó Rosa Parks, por ejemplo, mandaba a los negros levantarse si a algún blanco no le apetecía viajar de pie. Y todo eso se mantenía por ley. También aquí las mujeres debían pedir permiso a sus maridos si querían abrir un negocio y durante mucho tiempo no se les dejaba votar.
Dorothy Counts en el aula (de blancos)
Aún hoy altos cargos de la política dicen tener que esforzarse en no subir mucho el nivel intelectual al hablar con la mujer, pues esta –de natural, menor y limitada– podría quedar cegada, como sobrepasada y aturdida.
El derecho es lucha por el derecho
10. Imágenes de lo aberrante: la ficción distópica
Las tres distopías clásicas del siglo XX (1984, Orwell; Fahrenheit 451, Bradbury; Un mundo feliz, Huxley) acertaron al dibujar un futuro peor. Tampoco hacía falta mucha imaginación. Ya había, en el momento de ser publicadas, latitudes donde un tipo con bigote podía hacer a su medida el futuro pero también pasado, manejando a su bigotuda voluntad la vida y los sueños de los hombres; había, ya, personas que no leían o que leían sólo para no pensar; había ya también, ese tipo de hilo musical en las habitaciones de hotel cuya letra viene a decir que no hay, desde esa la lujosa suite, un mundo real.
Como en Relatos salvajes, hay gente que no puede... más.
El cine de ficción de hoy no imagina el futuro de forma novedosa: proyecta en él los dos escándalos de nuestro tiempo, a saber: la xenofobia institucional hacia el inmigrante (pobre) y la desigualdad económica, social o material.
Elysium, Blomkamp, 2009: utopía invertida. En el futuro, como hoy, el bienestar es de unos pocos.
En efecto, la tierra es un esferoide oblato achatado por los polos, con un abultamiento alrededor del ecuador y una ligera inclinación hacia el mal gusto, la injusticia, la crueldad y el pensamiento reaccionario.
No está escrito en el mapa de las estrellas que nuestra época no contenga aberraciones de la misma naturaleza que las vistas más arriba, aberraciones que, como las anteriores, se defienden institucionalmente por gente de hablar serio y respetable, con policías o por ley.
Esta fotografía no es de Elyseum ni de otra película de Blomkamp.
En la próxima y última entrega: las mejores fotografías, representaciones artísticas de la justicia, algunos dramas: Klimt, Pussy Riot, Banksy y Barceló.