miércoles, 29 de enero de 2014

¡Pero qué sed la de estos dioses!: literatura y derecho (VII)



"Quiero ser juez", me dijo mi hermano siendo niños. Y desde entonces y hasta el final de su vida nada nuevo, sobre ese viejo tema sólo variaciones".
García Cívico, Jesús, Una casa holandesa, Aforismos en Word, poemas con auto-reverse, 2014





"Por una serie de circunstancias que no voy a contarles, comencé a leer novelas cuando era sólo un niño de siete años, novelas no de niños sino de mayores, como se suele decir, y he continuado leyéndolas hasta hoy que tengo 81 bien cumplidos. Así, ¿cuántas habrán sido las figuras de juez con las que me he topado en las páginas de los libros leídos? Seguramente cientos. Algunas han desaparecido totalmente de mi memoria, señal de que, al menos para mí, carecían de relevancia. Otras, sin embargo, las conservo. Permanecen por razones contradictorias. Porque me resultaron simpáticas, o porque me resultaron antipáticas, porque quedé totalmente fascinado por el ingenioso mecanismo de su forma de razonar, porque me impactó su perversión.



(...) 

¿Cómo no recordar la figura del juez protagonista de la novela "Los dioses tienen sed" de Anatole France? Al comienzo de su obra el juez, que no es togado pero al que las circunstancias le han atribuido poder de vida o de muerte, es comprensivo e indulgente, mas poco a poco se convence de tener una misión suprema de justicia salvadora, multiplica las condenas capitales persuadido de que en su juzgar vienen a coincidir ética, justicia, interés del Estado, amor a la humanidad. Y cuando, como ocurre en cada revolución, el propio juez se convierte en reo, se complacerá de su condena a muerte, emanada en nombre la de misma justicia que él mismo buscaba.


(...)

¿Qué es la justicia para Sciascia? Veámoslo con sus palabras.



“La administración de justicia ha sido siempre terrorífica, en cualquier situación. Especialmente cuando fes, creencias, supersticiones, razón de Estado o razón sectaria la dominan o se insinúan en ella.” Además: “Todo está ligado, para mí, al problema de la justicia: en el que está implicado el de la libertad, la dignidad humana, el respeto entre hombre y hombre.”
Y además: “Juzgar es un trabajo terriblemente difícil. Si tengo un consejo que dar, diría: “obsesionaos con el precepto, no juzguéis.”

No juzgar, el mismo precepto utilizado como título por André Gide tras la experiencia del jurado popular.
Pero, ¿se puede no juzgar?"


Andrea Camillero, "El juez en la literatura", Jueces para la democracia, 60, Noviembre, 2007, p. 5, 6.