domingo, 25 de septiembre de 2011

Sabra y Chatila: De repente el último verano

Al final del verano sorprendernos quizás de no recordar a las víctimas de las matanzas de otro final de verano.
Estos días hizo 30 años de las matanzas de Sabra y Chatila durante la llamada "primera guerra del Líbano" la operación que quiso "llevar la paz a Galilea". Las matanzas de mujeres y niños representaron el episodio más horrendo de una larga escalada de odio.

Los últimos días del conflicto el ejército de Israel cercó el campamento de refugiados palestinos.
Con la excusa de detener a terroristas palestinos la milicia falangista libanesa que clamaba venganza por el asesinato de su lider pidió entrar al campamento de refugiados.

Allí se refugiaban civiles. Israel permitió la entrada a los campos de las milicias cristiano-falangistas libanesas quienes con toda tranquilidad armados con rifles, cuchillos, palos y hachas pasaron el día entero cortando el cuello a unos mil refugiados palestinos sobre todo a niños, mujeres y ancianos.

Al escuchar los primeros gritos de horror algunos soldados del ejército israelí hicieron llamadas telefónicas a sus superiores y a sus dirigentes (Ariel Sharon) advirtiendo de lo que estaba pasando, otros sólo fumaban, otros iluminaban por la noche el cielo con bengalas (el campo de refugiados debía parecer un estadio de futbol) para que los falangistas pudieran violar, torturar y mutilar a civiles durante 30 horas.

Cuando todo el campo estaba inundado de sangre y cuerpos mutilados alguien dió la orden de parar.



Esta masacre mereció la calificación de acto de genocidio por parte de la Asamblea General de Naciones Unidas a través de su resolución 37/123.

Las milicias cristianas de Pierre Gemayel, padre de Bashir y dirigidas en la matanza por  Elie Hobeika decían inspirarse en la Falange Española de José Antonio Primo de Rivera y en el fascismo italiano. Exportando estilo.

"Vals con Bashir" (Ari Folman, Israel, 2008) es un documental animado sobre la matanza de refugiados palestinos en Sabra y Chatila (Líbano) en 1982. Una noche, en un bar, un viejo amigo cuenta al director Ari que tiene una pesadilla recurrente en la que le persiguen 26 perros. Cada noche, el mismo número de animales. Los dos hombres llegan a la conclusión de que tiene que ver con una misión que realizaron para el ejército israelí durante la primera guerra con el Líbano a principios de los años ochenta. Ari se sorprende ante el hecho de que no recuerde nada de ese periodo de su vida. Intrigado, decide ver y hablar con viejos amigos y antiguos compañeros dispersados por el mundo entero. Necesita saber la verdad acerca de ese periodo y de sí mismo. Ari escarba cada vez más y sus recuerdos empiezan a reaparecer mediante imágenes surrealistas...



La película fue seleccionada por Israel como candidata al Oscar a la mejor película de habla no inglesa. El principio es modélico y demoledor: 26 perros aullando bajo la ventana de alguien que no puede dormir. El título hacer referencia a un soldado israelí que comienza a disparar indiscriminadamente hacia unas paredes llenas de posters de Bashir.




El director, Ari Folman es un documentalista israelí que no había trabajado en la animación pero usa ambos formatos para reconstruir de forma original, sorprendente y emotiva, las memorias y las alucinaciones en un claroscuro acompañado de música (¡this is not a love song!) y de recursos del mejor cine para mantener la atención del espectador.


Ari Folman



La película es emocionante y plena de recursos visuales (del estilo de Apocalypse Now). Cuando la imagen real de la matanza hace aparición en los instantes finales, el golpe es devastador, la muerte, el horror se hace absolutamente real y como siempre absolutamente actual.


domingo, 18 de septiembre de 2011

¡Jo, qué verano! (Afterhours): Lo real, su doble y la impostura. ¿Es Florencia un parque temático?

No consigo ordenar mis ideas. El tema de la norma y la imagen (la norma en la imagen) es tan marginal, y quizás tan carente de interés, como amplio. Sigo pensando en la impostura, en Mr. Brainwash y en la posibilidad de que él tampoco pudiera responder a la pregunta que me ha estado ocupando todas las noches de este verano, esa de si es verdad que, o se puede decir que, Florencia es un parque temático...



Algunos ya sabréis que hice planes para mi regreso a España. Otros (los menos) no ignoráis que extrañamente la mayoría de ellos llegaron, como se dice, a buen puerto. Eran buenos deseos, deseos sobre deseos, metadeseos o “deseos de segundo orden” por utilizar los conocidos términos de Harry Frankfurt. Es así que conseguí dejar de fumar, dar de baja el móvil, madrugar mucho y sacar Intereconomía, Tele 5 y veinte canales más de la TDT. ¿Harry Frankfurt? Precisamente había acabado “On Bullshit” su conocido ensayo sobre la charlatanería, la “fantochada”, la palabrería, etc.  ¿Por qué lo leía en lugar de leer a Haruki Murakami? Porque estaba estudiando algo así como la metafísica de la mentira. Curiosamente, el otro libro de cabecera al lado de una sencilla cama en una estrecha single room del barrio de Santa María Novella era “Lo real y su doble” de Clement Rosset. No entendía nada.

Mientras leía este ensayo sobre la fantochada me llegó la noticia de que Gonzalez Pons prometía 3 millones y medio de puestos de trabajo. No me enojé.  Lo cierto es que simpatizé con Pons. ¿Quién no había sentido alguna vez esa euforia, esa omnipotencia transitoria, esa necesidad de superar la realidad? Es cierto que luego tienes 3 días de resaca, entendía y desde luego compadecía a Pons.




Para que todo me resultara más agradable, más llevadero, por decirlo así, decidí dedicar algunas horas de la madrugada a ver películas que transcurrieran, en todo o en parte, allí donde me encontraba: en la Toscana. ¡Qué casualidad! Entre todas hube de elegir una que trataba el mismo tema que me había ocasionado el insominio: lo original, la copia, el doble: Copia certificada (Copie conforme, Abbas Kiarostami, 2010). ¿Me sirvió de algo?
En Copia certificada apenas salen paisajes de la Toscana, pero sale Juliette Binoche una actriz capaz de hacer conmovedor el incómodo personaje de Teresa en La insoportable levedad del ser, la adaptación de la obra maestra de Kundera, adaptada al cine por el adaptador literario Phillip Kaufman.

No sé. Nada más acabar la película de Kiarostami, me tuve que poner un episodio de Muchachada Nui y entonces volvió a suceder: Casualmente supe que ese día hacía justamente tantos años de la muerte de Le Corbusier y no pude evitar pensar sin acritud en el parecido entre los personajes de Leonardo (Rafael Spregelburd) el insoportable diseñador que vivía en la casa argentina de Le Corbusier en la divertídisima y despiadada película "El hombre de al lado" de Mariano Cohn y Gastón Duprat y el de Jaime Walter (Raul Cimas) como director del Museo Coconut de la gente de Muchachada Nui. Lo real, la impostura.
Recordé también que Jaime tuvo un lío con el perro de Julian Schnabel y ya no pude conciliar el sueño.

El director del Museo Coconut de Arte Moderno es igual (de tontiestirado) que el diseñador de "El hombre de al lado".

Me conecté a Internet: Leí el tratamiento que "El País" dedicaba a las imprecisas iniciativas fiscales de Berlusconi (lo presentaban más o menos como Robin Hood). Sentí un escalofrío: "Al paso que lleva este otrora entrañable periódico acabaran atribuyéndole a "Il Cavaliere" la autoría de la Loggia de la Piazza della Signoria". Medité. 


Antes del amanecer, me fui por la orilla del Arno a fotografiar una pintada a la Facultad de Filosofía que me había llamado la atención el día anterior: "Siamo desesperati, tutto e permesso". Me interesaba sólo pensando que quien la había escrito era un magistrado corrupto, un dealer de la bolsa de Milán, un miembro del FMI. El grafiti desdoblado.

Paseé por los alrededores del Palacio Pitti, la absoluta prioridad laboral (investigadora) de la estancia, mi trabajo frente a los textos durante más de ocho horas diarias, la total falta de recursos económicos y las largas colas de turistas interesados en el arte me hacían desistir una y otra vez de entrar a ningún museo. Todo parecía un enorme parque temático.
Frente al palacio, allá donde Dostoievski escribió El idiota un grupo de turistas le tiraba monedas a la cara a una joven que entonaba "Ich bin der Welt abhanden gekommen", mientras se derramaba por la boca un helado de tres bolas. Corrí, lo sé. Sin embargo, al llegar al río y aunque evitando indisimuladamente a todo el que tiene aspecto de español, no pude dejar de escuchar esta conversación de paso:
Un altísimo anciano (con acento catalán) le contaba a otro lo mucho que echaba de menos a su padre, le hablaba de él: cómo éste había llevado una vida heroica, cómo había luchado en todos los frentes de izquierda que había habido en Europa desde la segunda guerra mundial. Su compañero le interrumpió:
- Pero tu padre siempre tuvo las orejas hacia atrás ¿no? ¿De punta?
- Mi padre fue Marqués, hijo de puta.
No pude más. Al lado del grafiti falsamente inteligente había muchos gratiti vierdaderamente insoportables.
Esa parte de la ciudad parecía sucia. Me refugié en la tienda de regalos del museo de la Piazza di San Giovanni. En la tienda de regalos también había cola. Exit through the gift shop. Recordé la película de Banksy. De nuevo la cuestión de la imagen, el doble, la fantochada y la impostura.


El Duomo







Banksy tiene una obra tan original como calculada. El grafiti es veces divertido y emocionante. También, con mayor o menor fotuna, ha hecho crítica social y política.

En fin, yo creo que si Banksy le sugirió a Thierry Guetta que se dedicara a crear sus propias piezas en lugar de filmar las de otros no fue porque confiara en su talento (se lo hubiera podido decir en cualquier otra ocasión ya que prácticamente le tenía pegado todo el día a su espalda). Si Bansky eligió precisamente aquella en la que el francés le mostraba su “película” era porque esta debía ser realmente insoportable. El documental deja claro que se trataba de una hora y media de montaje tan frenético como imposible pero no se preocupa de esta cuestión de interés menor.
Ahí empecé a penser en Mr. Brainwash y en la posibilidad de que él tampoco pudiera responder a mi pregunta, esa de si es verdad que o se puede decir que Florencia es un parque temático...


La historia es más o menos conocida. Con la exposición de Los Ángeles, Thierry hizo una operación de marketing que debería estar en todos los manuales de ESADE  y consiguió tanto colocar sus obras (al parecer por más de un millón de dólares) como acceder a la fama. Guetta (¿jeta’) llegaba así a la cúspide de una carrera que nunca se había molestado en comenzar. Fue todo cuestión de imagen. ¿Un impostor?


No sé: Lo bueno de toda esta broma es que ¡algunas de esas obras eran francamente brillantes!
"Exit through the gift shop" inteligente documental algunos artistas graffiteros consagrados, Banksy, Shepard Fairey, Space Invader... y el ¿impostor? Thierry Guetta. El original, el doble, la copia certificada... Efectivamente, en muchos museos para poder salir hay que pasar por la tienda de regalos. Pensé que era otra buena pista para responder a la pregunta (¿Es, o se puede decir de Florencia...?): ¡La broma, la broma!




Y aqui estoy ahora. Todos los planes se desmoronan.

Ya en casa, sintiéndome violento viendo la sesión de control al gobierno porque Miguel Sebastián sigue yendo sin corbata. Es sabido que Bono ya le llamó la atención por ello. Bono me da miedo parece excesivamente limpio. Me siento forzado a volver a sintonizar Tele 5. ¡Miguel, ponte la corbata!
No me encuentro bien. Quizás deliro: Se me ocurre que podría ponérsela atada en la cabeza como los borrachos. ¡Que se la pongan todos!

El mundo seguirá su curso independientemente de mis deseos de segundo orden.
¡Todos con la corbata atada a la cabeza! 
El mundo (también Florencia) se está convirtiendo en un despacho. La vida en un gran entrevista de trabajo.
¿Cómo acudir a ella correctamente?
Todos con la corbata atada en la cabeza.

Ya lo veo: Esa previsible conga en el hemiciclo, ese baile de boda griega en homenaje a un país de destino inverso: aquel que empezó con la bella ficción (con la bella imagen) de Homero y hoy se hunde en otra ficción, en la impostura de una agencia de calificación obscena, en el artificio de una doble cuenta, en un bulo, en el gesto perfectamente útil de un dealer melancólico.